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viernes, 2 de diciembre de 2016

La dialécticas del malestar (I): soberbia y angustia

Hace unas semanas, en el XII Congreso Internacional de la Sociedad Hispánica de Antropología filosófica, expuse una comunicación titulada Las dialécticas del malestar en Romano Guardini. El título del congreso era: Patologías de la existencia: enfoques antropológicos-filosóficos. Me pareció pues, que las dialécticas del malestar que describe Guardini en su obra Ética. Lecciones en la Universidad de Munich, encajaban como anillo al dedo en el tema del congreso. ¿En qué consisten estas dialécticas? 

Guardini entiende que la exaltación de la autonomía del hombre y su alejamiento de Dios, características propias de la Edad Moderna, dan lugar a una serie de contradicciones antropológicas que nos hacen ver que el hombre no se encuentra en armonía y equilibro consigo mismo. Estas contradicciones se manifiestan en dialécticas de las que nuestro autor desarrolla tres, aunque se podrían detectar muchas más. Esta tríade son: soberbia y angustia, volumen del saber antropológico y desconocimiento de la esencia humana, revolución y dictadura (Ética. Lecciones en la Universidad de Munich, BAC, Madrid, 2000, 772-799). Procuraremos ocuparnos hoy de la primera de ellas para en próximas entradas abordar las otras dos. 

¿En qué consiste, pues, la dialéctica de la soberbia y angustia? La soberbia nace del hecho, tantas veces aquí recordado, del aumento de poder que le proporciona al hombre la ciencia y su aplicación técnica sin la medida ética que lo norme y lo guíe. La soberbia surge porque el hombre se siente seguro de su progreso y de su poder, del  dominio que ejerce sobre la naturaleza y sobre el hombre mismo. No se pregunta si está preparado para el ejercicio responsable de este poder; no cae en la cuenta de que quizás necesite una orientación ética en el uso del mismo. Vive ahogado en los medios y no se preocupa de los fines. Se habla de bienestar como fin último de todo, pero ¿es este un valor supremo? Por encima de él ¿no deberían considerarse otros?

Junto a esta soberbia propia de las últimas décadas ha surgido paradógicamente una filosofía de la angustia: "hoy tenemos toda una filosofía de la angustia, una literatura y, todavía más y más terriblemente, una periodismo de la angustia. Pero ¿qué mensaje es el que se nos está mandando, en última instancia, con la angustia? (Ética. Lecciones en la Universidad de Munich, 778). La angustia no es miedo ni temor. Es distinto, surge de la conciencia de la condición finita del ser humano. El hombre consciente de su contingencia y finitud se siente amenazado por algo tan terrible como la nada.  Con ella se enfrenta al intentar buscar un sentido y fundamento último a su existencia. Sin embargo, "de suyo , la finitud no tendría por qué ser sentida como angustia. También podría ser recibida con ánimo, seguridad y confianza, si supiera que es una angustia creada y mantenida por aquel que la ha creado" (Ética. Lecciones en la Universidad de Munich, 778). En otras obras, como La aceptación de sí mismo (Buenos Aires, Lumen, 1986), Guardini desarrolla detenidamente esta idea. Es ciertamente, el alejamiento de Dios, la autorrealización al margen de la luz de la Revelación lo que hunde al hombre no sólo en la angustia sino que lo llena de soberbia:
"La primera finitud, el hombre en su comienzo se sabía creado y entregado a su ser propio por Dios, que es el verdadero y el bondadoso. Sabía que su libertad estaba fundada en la libre voluntad de Dios; por ahí recibía razón y poder para seguir adelante por su propia vida. Esa finitud era recibida como dicha, como posibilidad capaz de todo cumplimiento. En ella no había angustia, sino ánimo y confianza y alegría. Su expresión era el Paraíso. Hubo angustia sólo cuando el hombre se rebeló contra ser finito; cuando pretendió ser, no imagen semejante, sino prototipo, esto, algo absolutamente infinito. Con eso, ciertamente, siguió siendo finito, pero perdió la conexión con su origen. Entonces la confianza degeneró en soberbia, y el ánimo se convirtió en temor. (...) Hasta que por fin la negación de Dios en la época actual llego a crear en torno de la propia finitud el vacío amenazador, la nada, proclamada hasta el hastío, el fantasma del Dios negado. Quien está en esa situación tiene toda clase de motivos para la angustia, pero no porque ésta norme parte de la esencia de la finitud, sino porque él, llevando a su extremo la herencia del pecado original, se ha decidido por la existencia sin sentido de la mera finitud" (La aceptación de sí mismo, 29).
En estos dos polos se desenvuelve la vida del hombre en la últimas décadas: seguridad en su poder y dominio, angustia nacida de su condición finita. Y según Guardini, manifiestan que hay algo en la concepción del hombre sobre sí mismo que no marcha, que es falso.


Bibliografía acerca de las dialécticas del malestar

La dialécticas del malestar han sido estudiadas por el prof. Carlos Alberto Sampedro, colaborador habitual de este blog.


viernes, 18 de noviembre de 2016

La desparición de lo trágico y la aparición de la desgracia

El próximo mes de diciembre se publicará en Quién. Revista de filosofía personalista una recensión sobre la última traducción al castellano de La muerte de Sócrates (Palabra, Madrid, 2016). De la publicación de este libro hemos dado cuenta ya en este blog. Su lectura me ha vuelto a poner delante una querida idea con la que me he encontrado en varias ocasiones en mis estudios sobre Guardini: " (...) nuestro tiempo, a pesar de todo su escepticismo, anhela una interpretación de su vida diaria hecha a partir de lo eterno" (Una ética para nuestro tiempo, Cristiandad, Madrid, 2002, 110). Si lo "eterno" lo identificamos con lo "incondicional", el volumen de La muerte de Sócrates se convierte en un alegato de la cita que acabamos de referir.  En Sócrates y en su discípulo Platón, que es el redactor de los textos (los diálogos: Eutrifón, Critón y Fedón; y la Apología de Sócrates) que se comentan en este volumen, la idea de la incondicionalidad de la verdad y del bien, el papel central que juegan en la realización de la vida del hombre, y la fidelidad a estos valores en medio de las contingencias de la vida diaria, se convierten en el núcleo de sus filosofías. Concretamente de Platón es cribe Guardini:  
"Su filosofía ha puesto en claro para siempre una cosa: tras la confusión de la sofística ha mostrado que existen valores incondicionados, que pueden ser conocidos y, por tanto, que hay una verdad; que esos valores se reunen en la elevación de lo que se llama 'el bien', y que ese bien puede realizarse en la vida del hombre, según las posibilidades dadas en cada caso. Su filosofía ha mostrado que el bien se identifica con lo divino, pero que, por otra parte, su realización lleva al hombre a su propia humanidad, al dar lugar a la virtud, la cual representa vida perfecta, libertad y belleza" (Una ética para nuestro tiempo, 109). 
Hemos querido volver a estas ideas ya comentadas en este blog, porque además de la lectura de La muerte de Sócrates, la preparación de una comunicación para un congreso y lo que uno contempla en su día a día me las ha puesto de nuevo delante. De hecho, algunos políticos, extrañamente, las están reclamando. De ello hablaré luego. Volvamos a Guardini y leamos: "El hombre contemporáneo está perdiendo cada vez más intención y capacidad para realizar lo incondicional. Pero sólo lo incondicional, confiere a la vida su sentido, aunque sea en su forma negativa sintiéndose culpable. El hombre que se encuentra en esta situación permanece frío ante el valor, que no le conmueve. Encongiéndose de hombros, se dirige a la tangibilidad de lo cotidiano" (Ética. Lecciones en la Universidad de Munich, BAC, Madrid, 2000, 796). El relativismo y el escepticismo imperantes han convencido al mundo moderno y contemporaneo de que no existen los grandes valores a partir de los cuales configurar la propia vida. "Desaparecen así los grandes pensamientos y sentimientos que justifican la existencia, y en su lugar surgen realidades relativas. Desaparece lo trágico, y en su lugar aparecen las desgracias. La pregunta por el último por qué no obtiene respuesta. Sin embargo, ni ideologías ni tópicos pueden hacérnosla olvidar" (Ética. Lecciones en la Universidad de Munich, 796). Aparece el vacío, el sinsentido y el nihilismo, ...la crisis.

Podríamos hundirnos en el pesimismo si no fuera porque de repente en la historia aparece de nuevo Sócrates en la figura, por ejemplo, de Jerome Lejeune del que hablamos en la entrada anterior. O aparece en la persona de algún político (y no quiero hacer apología de ninguno, solo traigo aquí un hecho) que en los ultimos años ha denunciado que la crisis política y económica de la última década no es otra cosa que una crisis de valores y consecuencia del relativismo imperante. Tan convecido se halla de ello que ha puesto en marcha, junto con otros, una fundación con el nombre de Valores y Sociedad.

Hay otros signos que mantienen vivo lo incondicional en nuestra sociedad. Me refiero, por ejemplo, a los movimientos como el de la defensa de la vida. Allí lo eterno se hace patente al intentar proteger sin excepciones la vida del no nacido o de aquel que está por morir. En ninguna circunstancia se puede matar. De ello también habló Guardini, y con ello  terminamos esta entrada: "En el hombre hay algo contra lo que, por su propia esencia, no está permitido atentar: la soberanía de la persona viva. Puede haber razones de peso a favor de hacerlo, es más, pueden llegar a ser tan acuciantes que todo aquel que se resiste a ellas parecerá un doctrinario sin corazón. Y, si se cede ahí, el final será la destrucción, la destrucción precisamentemente de lo que se quería salvar" (El derecho de la vida humana que está haciéndose en Escritos Políticos, Madrid, 2011, 166).

martes, 14 de junio de 2016

Ciencia y sabiduría: Jerome Lejeune

Hace un mes tuve la posiblidad de asistir a la presentación en la ciudad de Valencia de la Fundación Jerome Lejeune. Como es conocido de todos Jerome Lejeune fue médico investigador que descubrió la trisomía cromosómica en el par 21, causante del denominado Síndrome de Down. Durante el acto de presentación se proyectó el documental sobre la vida del Dr. Lejeune "A los más pequeños de los míos". El drama de Jerome Lejeune fue constatar que su descubrimiento fue usado para el análsisis prenatal de individuos afectados por el síndrome de Down y que finalmente terminarían abortados. Su defensa de la vida en el seno materno al final de los sesenta e inicios de los setenta fue titánica. Pero todo ello, le supuso la crítica e incompresión de la universidad donde era docente, el arrinconamiento y olvido de la comunidad científica e incluso perder la posibilidad de optar por el mismo premio Nobel. Quisiera aconsejar a todo el mundo desde este humilde blog que acudan, en la medida de sus posibilidades, a los distintos pases de esta película que se vienen organizando en varias ciudades españolas. De lo mejor que he visto en los últimos años.
Pero además, la proyección del documental me evocó muchísimas de las ideas de Romano Guardini que hemos comentado en este blog. Entre ellas, por ejemplo la siguiente: 
"El hombre de la Edad Moderna opina que todo incremento del poder constituye sin más un progreso, un aumento de seguridad, de utilidad de bienestar, de energía vital, de plenitud de valores. (...) Ahora bien, un análisis más riguroso pone de manifiesto que en el transcurso de la Edad Moderna el poder sobre lo existente, tanto cosas como hombres, crece ciertamente en proporciones cada vez más gigantescas, en tanto que el sentimiento de responsabilidad, la pureza de la conciencia, la fortaleza del carácter, no van en absoluto al compás de ese incremento; pone de manifiesto que el hombre moderno no está preparado para utilizar el poder con acierto; más aun que en gran medida incluso falta la conciencia del problema, o bien se limita a ciertos peligros externos, como los han hecho su aparición en la guerra y son discutidos por los medios de comunicación.” (El ocaso de la Edad Moderna, en Obras. Vol. 1, Ediciones Cristiandad, Madrid 1981, 94).
Es decir, el avance científico no trae necesariamente por sí mismo un progreso real para la humanidad si no vela la ética por un uso responsable del mismo. No es suficiente la ciencia que nos saca de la ignorancia, es necesaria la sabiduría para usar con acierto de los conocimientos apenas conquistados. También me recordó el documental algunas palabras escritas por Guardini  en el contexto de la defensa de la vida no nacida y la protección debida por parte de los médicos. El médico, escribía Guardini: 
“(…) defiende el derecho del enfermo contra la brutalidad de los sanos. Y defiende el derecho del ser humano en gestación contra el egoísmo de los adultos; incluso el egoísmo debido a la necesidad. Ello implica una integridad apoyada en la clara visión de la esencia del hombre y la absoluta obligación respecto a su dignidad” (El derecho de la vida humana en gestación, en Preocupación por el hombre, Cristiandad, Madrid, 1965, 189).
Pero aquello qué más me evocó a Guardini, fueron las últimas imágenes del documental. Se trata de un extracto de una conferencia en la que el Dr. Lejeune afirma que la ciencia y la técnica son por su naturaleza acumulativas. Cada vez sabremos más y tendremos más poder. Pero la sabiduría no. La sabiduría no se obtiene por saber más. Y él se hacía eco de la sabiduría que nos ofrece el capítulo 25 del evangelio de Mateo: "Lo que hicistéis a uno de estos hermanos míos más pequeños a mí me lo hicistéis". Hablabamos la semana pasada del temor de Dios y de la diferencia entre ciencia y sabiduría. Decíamos entonces: "Sabiduría es otra cosa que saber. Uno puede tener el saber de todas las bibliotecas y al mismo tiempo ser un insensato. Sabiduría significa ser capaz de distinguir entre lo que produce vida y lo que trae muerte, aunque sea a través de muchos pasos" (La sabiduría de los Salmos en Meditaciones teológicas, Cristiandad, Madrid, 1965, 238). Añadimos ahora, "la sabiduría se cuida de que el hombre no quede al final con las manos vacías. Descansa en el don de saber distinguir entre lo que tiene valor y lo que no tiene, lo duradero y lo tansitorio, lo auténtico y lo aparente" (La sabiduría de los Salmos, 248). En resumen, en la vida de Jerome Lejeune encontramos el ejemplo de un hombre de ciencia, pero sobre todo, de un hombre sabio, de un hombre donde se hizo vida aquello de "El inicio de la sabiduría es el temor de Dios."

jueves, 2 de junio de 2016

El inicio de la sabiduría es el temor de Dios

Mi querido amigo y compañero Alfonso Martínez-Carbonell tiene en su despacho un fragmento del libro de los Proverbios que reza así: el inicio de la sabiduría es el temor de Dios. Cada vez que lo leo le prometo una entrada en este blog comentando esas palabras. Porque éstas, también aparecen en el salmo 110 que es uno de los salmos que Romano Guardini comenta en su obra La sabiduría de los Salmos (en Meditaciones teológicas, Cristiandad, Madrid, 1965, 230-240). Allí se detiene precisamente en ese versículo y lo comenta a partir de dos preguntas: en primer lugar ¿qué puede significar "temor de Dios"? y en segundo lugar ¿qué significa en este contexto "sabiduría"? 

1. ¿Qué es el temor de Dios?  

Vayamos por partes y abordemos la primera pregunta: ¿qué entendemos por temor de Dios? Hay que subrayar que temor de Dios no es temor a Dios. "Ante todo, hemos de recordar lo que no es: ningún temor 'respecto a' Dios, ninguna angustia 'ante' El. Existe así en forma enfermiza, cuando Dios se convierte en un oscuro 'otro", y el sentir de El se vuelve opresión sobre el ánimo sin libertad o hechizamiento de la conciencia angustiosa" (La sabiduría de los Salmos, 235). También se da el temor a Dios, señala Guardini, cuando la existencia humana no se configura según la luz de la Revelación. Sucede cuando a Dios por voluntad propia se le excluye de la vida de los individuos, de  la vida de la social y de la cultura. Es entonces, y nosotros tenemos experiencia de ello, cuando "(...) Dios se convierte en un extraño, que ejerce violencia, que se impone al hombre por la fuerza, y del cual el hombrea cree deber defenderse para adquirir la libertad para sí mismo"  (La sabiduría de los Salmos, 235). ¿No nos resulta actual cuanto acabamos de escribir? Pues este tipo de miedo o de temor "a" o "respecto a" Dios es necio, dice nuestro autor, ya que Dios no es un riesgo para mi vida, todo lo contrario, es la condición de posibilidad de la misma, dado que "Yo existo sólo porque El me ha llamado al ser y me conserva en el ser. Yo soy y digo 'yo' porque El me dice 'tú' y me mantiene en el tú" (La sabiduría de los Salmos, 236). Solamente Dios puede convertirse en alguien amenazante cuando yo no acepto mi condición de criatura y quiero ser  también como Él creador, y por lo tanto, otro Dios, es decir, un ser que soberanamente decide sobre el bien y el mal, principio y fin de todo cuando acontece en mi vida, infinito en su  autonomía, criterio último de verdad. Entonces es cuando Dios se convierte, o mejor dicho, lo convierto en una amenaza, no a mi humanidad sino a mi pretensión de divinidad. 


Todo lo anterior nos hará comprender mejor cuanto queremos significar con la expresión temor de Dios. Según Guardini, el temor de Dios es "Ante todo, la clara conciencia de que Dios es real. No una mera idea, un mero sentimiento, sino realidad. Más que eso: si preguntamos qué es real, entonces la respuesta auténtica es: El. Sólo después, por medio de El y ante El: Yo. (...) El hombre ha de saber y reconocer: 'Yo soy criatura suya'. Aceptarlo en su corazón y estremecerse por la grandeza de ese Dios, eso es el temor de Dios" (La sabiduría de los Salmos, 236). A lo anterior hay que añadir que no sólo Dios es el creador sino que además es santo, es decir, que no hay en el injusticia, maldad, hipocresía, o formulado en positivo, que es la Bondad, la Belleza, la Verdad y el Amor. 

2. La sabiduría

La aceptación y reconocimiento de nuestra creaturalidad y de la santidad de Dios es el origen de la sabiduría humana. Lo insensato, lo necio es lo contrario. Es decir, lo necio en el hombre "(...) procede de que el hombre se deje resbalar a una actitud que podría ser suya solamente si fuera Dios. Para poder decidir con domino propio sobre el bien y el mal, para establecer sus objetivos conforme a su propia voluntad y sin atención a los mandatos de Dios, para ser capaz de eso, tendría que ser Dios él mismo. Pero no lo es, de modo que su manera de obrar es 'tonta', insensata, apariencial, y desemboca en el vacío" (La sabiduría de los Salmos, 236). La sabiduría sin embargo surge de la medida y criterio que nos da el reconocernos creaturas, es decir, el saber situarnos en la verdad de nuestro ser. Esto nos da una medida, criterio y ponderación adecuados para tener un juicio prudente. "Quien tiene en el corazón el temor del Señor, distingue entre lo valioso y lo inválido, lo permanente y lo transitorio, lo que tiene vigencia y lo no es nada. En cuanto se da cuenta de la distinción entre el Dios eterno y la criatura perecedera, desaparece la niebla. (La sabiduría de los Salmos, 238)".
Quisiera terminar con una última cita de Guardini, donde se afina todavía más lo que es la sabiduría distinguiéndola de la ciencia. Concluiremos con ello, pero también nos servirá de enlace para nuestra siguiente entrada que abordara el tema que ahora apenas apuntamos: "Sabiduría es otra cosa que saber. Uno puede tener el saber de todas las bibliotecas y al mismo tiempo ser un insensato. Sabiduría significa ser capaz de distinguir entre lo que produce vida y lo que trae muerte, aunque sea a través de muchos pasos" (La sabiduría de los Salmos, 238). 

Por lo tanto, lo contrario de la ciencia es la ignorancia y de la sabiduría la necedad. De ahí que se pueda decir que nuestro mundo sabe mucho, es decir, estamos rodeados de hombres de ciencia que al mismo tiempo quizás, de ello hablaremos en nuestra próxima entrada, sean unos necios o insensatos.

viernes, 13 de mayo de 2016

La experiencia religiosa y la fe

De nuevo damos noticia en el blog de una traducción en castellano de una obra de Guardini. Se trata esta vez del volumen Experiencia religiosa y fe, publicado en la BAC, en enero de este mismo año. El libro recoge una recopilación de ensayos y conferencias que tienen como tema central la experiencia religiosa y el acto de fe. Viene prologado como es habitual en las traducciones en castellano, por Don Alfonso López Quintás. El volumen se une a otras obras publicadas por la editorial BAC como es Etica. Lecciones en la universidad de Munich y La experiencia del cristiano que recogen el magisterio de Guardini en su cátedra de Munich.

La portada del nuevo volumen
Algunos de los ensayos y conferencias que encontramos en el volumen podríamos considerarlos clásicos en la obra de Guardini, tal es el caso de El salvador en el mito, la Revelación y la política, del que hace poco también referimos una traducción en el libro Escritos Políticos publicado en 2011 por Editorial Palabra. Por lo tanto, ya tenemos de este ensayo dos traducciones recientes. Junto a él se encuentran Experiencia religiosa y fe que da título a todo el libro y cuya temática se encuentra en el ámbito de la fenomenología de las religiones; recoge también este libribrito (no llega  las 150 páginas) las conferencias Lo infinito-absoluto y lo religioso-cristiano, El lenguaje religioso y un par de ensayos especialmente queridos para mí. El primero de ellos lleva por título Solo quien conoce a Dios conoce al hombre. Publicado junto a El ocaso de la Edad Moderna por la editorial PPC hacia 1997 se hallaba agotado y era muy difícil de encontrar en las librerías de segunda mano. Es para mí, una gran alegría, que se reedite. Pero además, tal ensayo es especialmente importante en la obra de Guardini, como indica Don Alfonso López Quintás en la presentación al señalar que el escrito encierra "(...) -según me confesó en cierta ocasión- el núcleo de todo su pensamiento antropológico" (Experiencia religiosa y fe, BAC, Madrid, 2016, p. vii-ix). El segundo ensayo con el que se cierra el libro se titula Sobre el sentido cristiano del conocimiento. Aconsejo vivamente su lectura.

Señalar por último que este libro es traducción del alemán de la obra Religiöse Efahgrung und Glade, publicado en 1974 por Matthias-Grünnewald. Felicitamos a la BAC y agradecemos esta publicación. Ojalá podamos dar cuenta en breve de nuevas reediciones de nuestro autor.

viernes, 29 de abril de 2016

La muerte de Sócrates

Nueva edición al castellano de Palabra
Acaba de publicarse por ediciones Palabra una nueva traducción de la obra de Romano Guardini La muerte de Sócrates. La exelente traducción ha sido realizada por Nieves Gómez, filósofa personalista, profesora de antropología en la UNIR y secretaria de la Asociación Española Personalista. Una vez más hemos de señalar el interés que de nuevo está despertando el pensamiento de Guardini, confirmado por la aparición de estudios y artículos dedicados a su pensamiento como también, como es el caso, por la nueva reedición de muchas de sus obras. La muerte de Sócrates había sido editada en castellano en el año 1960 por Emecé (Argentina). Una nueva edición por esta editorial data de 1997. Yo poseo la edición de 1960 y también, posiblemente un ejemplar de una de las primeras ediciones del original alemán de 1947 (Inestimable regalo de mi querido amigo y compañero César Casimiro). Alfonso López Quintás y Hanna-Barbara Gerl sitúan la publicación de La muerte de Sócrates en 1943. Es decir, el libro fue escrito, en el periodo de 1939 y 1945, cuando Guardini dejó su cátedra de Berlín, retirado por el gobierno nazi, y antes de empezar su segundo gran periodo docente, de 1945 a 1963, primero en Tubinga y luego en Munich. Durante estos años (1939-1945), como refiere su principal biografa, redacta varios libros de interpretación como los dedicados a Hörlderlin (Hörlderlin. Concepto del mundo y piedad), Rilke (Interpretación de la existencia en R. Mª Rilke) o San Agustín (Principio. Una interpretación de San Agustín, Editorial Sur, Buenos Aires, 1963), los dos primeros sin traducción castellana que yo conozca. 

Traducción al castellano de 1960
La muerte de Sócrates, es el comentario a cuatro escritos socráticos de Platón, concretamente a los diálgos  del Eutifrón,  el Critón, el Fedón y a la Apología de Sócrates. Ciertamente que lo que nos enseña Sócrates por boca de su discípulo en estos escritos es algo de perenne actualidad: el hombre esta llamado a vivir de lo incondicional, a vivir de lo eterno, de lo inamovible en un mundo contingente, cambiante y caduco. La verdad, la justicia, el bien y el amor representan precisamente lo incondicional y aquello a lo que el hombre no puede renunciar sin que enferme su alma, como dirá Guardini en algunos de sus escritos. Tengo que volver aquí a una cita a la que recurre también Don Alfonso López Quintás que introduce esta nueva edición, y que se encuentra en el ensayo Una ética para nuestro tiempo (Cristiandad, Madrid, 2002). Hablando de Platón Guardini escribe:
Edición del original alemán de 1947
"Su filosofía ha puesto en claro para siempre una cosa: tras la confusión de la sofística ha mostrado que existen valores incondicionados, que pueden ser conocidos y, por tanto, que hay una verdad; que esos valores se reúnen en la elevación de lo que se llama 'el bien', y que ese bien puede realizarse en la vida del hombre, según las posibilidades dadas en cada caso. Su filosofía ha mostrado que el bien se identifica con lo divino, pero que, por otra parte, su realización lleva al hombre a su propia humanidad, al dar lugar a la virtud, la cual representa vida perfecta, libertad y belleza (...),nuestro tiempo, a pesar de su escepticismo, anhela una interpretación de su vida diaria hecha a partir de lo eterno" (Una ética para nuestro tiempo, 109-110).
Creo que este párrafo es la mejor introducción para leer la interpretación que Guardini nos hace de los cuatro diálogos platónicos dedicados a Sócrates. El libro empieza con estas palabras con las que yo termino:
"El destino de Sócrates es uno de los temas esenciales de la historia intelectual de Occidente. Sean cuales sean los caminos que haya seguido la reflexión filosófica desde el 399 a.C., desembocan en todo caso en Sócrates, la enigmática figura que impresionó tan profundamente a los que le conocieron. (...) En su destino, tan ligado a una situación determinada y a su idiosincraisa personal, hay un poder de ejemplaridad que difícilmente tiene otra figura histórica." (La muerte de Sócrates, Palabra, Madrid, 2016, 29).




viernes, 4 de marzo de 2016

Persona e libertà. Saggi di fondazione della teoria pedagogica

En el congreso sobre Romano Guardini que tuvo lugar en Roma el pasado 4 y 5 de noviembre, pude conocer a uno de los grandes estudiosos y expertos de Guardini en Italia, Carlo Mario Fedeli. El prof. Fedeli es autor de un libro titulado Persona e libertà. Saggi di fondazione della teoria pedagogica (Editrice Scuola, Brescia, 1987). Es un volumen que hacía tiempo había despertado mi interés y que sólo como volumen de segunda mano y a través de amigos he podido conseguir. Carlo Fedeli recoge en él algunos ensayos de Romano Guardini cuyo tema principal es la educación. También contiene otros que si no lo abordan directamente tienen mucho que ver con este fenómeno como es el ensayo dedicado al "encuentro" o como la última parte de Mundo y persona que también hace parte del libro.

Hemos dedicado en este blog algunas entradas al tema de la educación en Romano Guardini. Sin embargo, en ellas apenas hemos esbozado la cuestión pedagógica en Guardini. El volumen Persona e libertà. Saggi di fondazione della teoria pedagogica es de obligada lectura para quienes busquen estudiar la faceta pedagógica de Guardini. Además de los dos ensayos antes citados en sus páginas encontraremos  Fondazione de la teoria pedagogica junto a  La libertà viviente, Libertà e inmutabilità, Spirito viviente que forman como el primer ensayo y según palabras del propio autor una unidad como reflexión pedagógica. El libro concluye con un ensayo titulado la credibilità dell'educatore. 

Como en tantas ocasiones añoramos la traducción al castellano de muchos de los ensayos contenidos en este volumen. Esperamos que la reedición de las obras de nuestro autor en los últimos años, dé el último empujón a ciertas editoriales y pronto tengamos en nuestras librerías la traducción de estos ensayos. Por ahora, debemos conformamos con estas exquisitas y muy cuidadas traducciones al italiano, que sólo disfrutamos quienes conocemos esta lengua.

jueves, 25 de febrero de 2016

Laudato Si y el Ocaso de la Edad Moderna (II)


Continuamos en esta entrada examinando la presencia de Romano Guardini en la encíclica del Papa Francisco Laudato Si.  Hace tiempo que publicamos una entrada sobre los dos primeros números donde cita a Romano Guardini. Ahora concluimos con el examen de otros tres números de la encíclica donde aparecen.

En el número 115 

En el número 115 el Papa inicia una serie de reflexiones sobre las consecuencias del antropocentrismo moderno en la relación del hombre con la naturaleza. Situar al hombre como centro, convertir su juicio y parecer autónomo, como norma y criterio de su actuar en relación con el mundo natural ha tenido consecuencias negativas en el ámbito de la ecología. El sentido y significado de la naturaleza en la historia de Occidente ha ido cambiando con los siglos. En la Antigüedad la naturaleza fue divinizada, pero en todo caso, se la consideraba como un límite que no se podría sobrepasar. El hombre antiguo tenía una visión del cosmos clausurada. La doctrina de la creación rompe está clausura colocando a Dios fuera de ella y convirtiéndola a la vez que en obra en tarea, tal como viene expresado en el Génesis. En el Renacimiento y en parte de la Modernidad se vuelve a clausurar el cosmos, se idealiza a la naturaleza, sobre todo a partir del Romanticismo, convirtiéndola en Madre y también norma de comportamiento. Pero estas concepciones también cayeron en desuso y al final, la naturaleza se ha convertido en un objeto no sólo de estudio sino de dominio y explotación. A esto alude el Papa en el número 115 de la encíclica. El texto de donde se ha extraído la cita de Guardini es el siguiente. Subrayamos el texto que aparece en la encíclica: 

“Más aun, la actitud que va haciendo su aparición —mejor dicho, alguno de los elementos de ella— parece no conceder a la naturaleza ni siquiera lo que Goethe puso en el centro de las relaciones para con ella, es decir, la veneración o, mejor dicho, aquella forma de veneración que él experimentó. Se deja ver esto en el conjunto de conocimientos y conceptos formales, aptitudes y procedimientos que designamos con la palabra "técnica", la cual se desarrolló lentamente en el transcurso del siglo XIX, pero durante mucho tiempo fue patrimonio de un tipo de hombres no técnicos. Parece como si el hombre adecuado a ella hubiese surgido en las últimas décadas, y en su forma definitiva, en la pasada guerra. Este hombre ni siente la naturaleza como norma válida y menos aún como refugio viviente. La ve sin prejuicios, objetivamente, como lugar y objeto de una tarea en la que se arroja todo, siéndole indiferente lo que de ello resulte; de una tarea de carácter prometeico, en la que están en juego el ser y el no ser” (R. Guardini, El ocaso de la Edad Moderna,  pp. 72)

Hemos de decir que este concepto de naturaleza es para Guardini uno de los pilares sobre los que se sostiene la Edad Moderna. La naturaleza para el hombre moderno es lo último, el límite, detrás de lo cual no se puede ni se debe buscar nada más porque no lo hay.

El número 203

El número 203 se recurre de nuevo a Guardini. Como dijimos está situado en el capítulo dedicado a la Educación y espiritualidad ecológica y se inicia con él un apartado titulado “Apostar por otro estilo de vida”. En este contexto el Papa cita unas palabras de Guardini en la que se describe al hombre moderno, es decir, al hombre que vive sometido a la cultura de la técnica. Aquí está párrafo completo una vez más del Ocaso de la Edad Moderna evidenciando la parte tomada por el Papa: 

“Con respecto a este tipo de hombre no puede hablarse ya de personalidad y subjetividad en el sentido expuesto anteriormente. Carece en absoluto de la voluntad de poseer una forma peculiar y de ser original en su conducta, así como de crearse un medio ambiente que sea totalmente adecuado a él y en lo posible sólo a él. Antes bien, acepta los objetos de uso y las formas de vida tal como le son impuestos por la planificación racional y por los productos fabricados en serie, y, en conjunto, actúa así con el sentimiento de que eso es lo racional y lo acertado. Del mismo modo, carece en absoluto del deseo de vivir según su iniciativa propia. Al parecer, no tiene el sentimiento espontáneo de que la libertad de movimientos externos e internos es un valor. Antes bien, lo evidente para él es la inserción en la organización, que es la forma de la masa, así como la obediencia a un programa, que constituye el modo de orientación del "hombre sin personalidad". Es más, la tendencia natural de esta estructura humana no es a sobresalir como individuo, sino precisamente a permanecer en el anónimo, casi como si el ser original constituyese la forma fundamental de toda injusticia y el principio de todo peligro” (R. Guardini, El ocaso de la Edad Moderna,  pp. 76 – 77).

Guardini aquí está contraponiendo el modelo del hombre que surge en el Renacimiento y la Modernidad, donde se exalta la subjetividad y la singularidad apareciendo el tipo o forma vital del “genio renacentista” o donde se exalta la autonomía de la razón y por ende de la libertad remitiéndola al sujeto entrada ya la Modernidad. Frente a estos modelos aparece lo que Guardini llama hombre-masa, que hay que deslindarlo de su acepción periorativa, y con el que se quiere referir al hombre cuyo ámbito de vida es el de la producción y consumo en serie, que no quiere destacar sino vivir en la uniformidad de los usos y modos sociales. El Papa llama en este número a aprovechar esta estructura sociológica para proponer nuevos estilos de vida caracterizados por una espiritualidad ecológica. 

El numero 219

Por último en el número 219 vuelve a aparecer Romano Guardini. Siguiendo la misma línea que el número anterior, Guardini habla de las posibilidades de este hombre masa que por las posibilidades que le otorga la técnica puede realizar acciones en común de una manera más eficaz que en otras épocas de la humanidad. Si renuncia a las singularidades y de forma más natural y espontánea se suma a iniciativas de carácter común. Apoyado en esta característica reclama el Papa una unión en la tarea de transformar mentalidades y educar a los hombres en una nueva mentalidad. Aquí está  de nuevo el párrafo completo del  Ocaso de la Edad Moderna evidenciando la parte tomada por el Papa:

“A esto hay que añadir otra consideración. Si no queremos contemplar los acontecimientos de los últimos siglos únicamente como pasos hacia la decadencia, tenemos que descubrir en ellos un sentido positivo. Este sentido consiste en la tarea que ineludiblemente nos ha sido encomendada de dominar el mundo. Las exigencias de esta tarea van a ser tan enormes, que no hay forma de satisfacerlas con las posibilidades de la iniciativa individual y de la unión de particulares formados en el individualismo. Se requerirán una reunión de fuerzas y una unidad de dirección que solamente pueden surgir de una actitud diferente. Ahora bien, ésta es precisamente la actitud que se deja ver en la naturalidad con que el hombre de la época naciente renuncia a singularidades y acepta una forma de ser común, así como también en la naturalidad con que abandona la iniciativa individual y se subordina al orden.”

Conclusiones

Después del análisis de los números de la encíclica y de los datos que hemos expuesto en la introducción de este escrito, se podría decir que hay una presencia de Guardini circunstancial en las encíclicas del Papa. Guardini no ha ejercido intelectualmente sobre Francisco del mismo modo y manera que en Ratzinger. Habría más una afición a ciertos escritos de Guardini que una filiación intelectual. Están presentes en la encíclica porque la temática que aborda lo hacía oportuno. Ni más ni menos. Por otro lado, se hubiera echado de menos a Guardini en un documento de estas características en el ámbito cristiano por su autoridad académica en el análisis de la Edad Moderna y sus reflexiones en relación a la técnica. Sin embargo, creo que esta es una cuestión abierta en la que todavía debemos indagar más y ofrecemos esta opinión de manera muy provisioria.

Para concluir podemos decir que el número 105 evidencia una idea central del pensamiento de Romano Guardini, esto es, la necesidad de una ética que ordene y guíe el poder que ha ido adquiriendo la humanidad en los últimos siglos. Esto se hace todavía más patente cuando en el número 108 se nos revela el verdadero rostro de la técnica, que es el dominio y explotación de la naturaleza y del hombre. Consecuencia de lo anterior o por lo menos íntimamente unido a ello, es lo expresado en el número 115 de la encíclica con relación a la naturaleza, que desposeía de todo elemento religioso, antropológico o filosófico, ha quedado reducida a un simple objeto de manipulación y sobre todo explotación sin medida. Los números 203 y 219 nos esbozan un modelo de hombre, el postmoderno, que presenta algunos aspectos positivos, por ejemplo, ese olvido de la individualidad propia y el vivir de algún modo unido a la comunidad en usos, costumbres, etc. Se puede aprovechar esto para ofrecer de modo global un nuevo estilo de vida.