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martes, 30 de septiembre de 2014

Mundo y persona: nueva edición

De nuevo tenemos la alegría y el placer de comunicar a los lectores de este blog la reedición de una obra de Guardini. La Editorial Encuentro ha tenido a bien actualizar su edición de  Mundo y Persona. Ensayos para una teoría cristiana del hombre. La anterior edición en esta editorial data del año 2000. En Mundo y persona podemos encontrar las líneas maestras de la antropología de Romano Guardini. Publicada en 1939, al final de su periodo docente en la universidad Berlin, es de algún modo, una síntesis de la antropología desarrollada desde su cátedra de cosmovisión cristiana entre 1923-1939. Especialmente valiosa es  la segunda parte del libro dedicada a la persona, así como las páginas dedicadas  a  lo que nuestros autor denomina los polos del espacio existencial.

lunes, 29 de septiembre de 2014

La Iglesia (IV): La plenitud humana


Retomamos esta semana el pensamiento de Romano Guardini en relación a la Iglesia. Estamos comentando el libro El sentido de la Iglesia (San Pablo, Buenos aires, 2010), publicado por primera vez en 1922. En el capítulo tercero de este escrito he encontrado uno de los pasajes más hermosos de toda la obra de Guardini, y  llevo estudiando  a este autor desde hace ya casi una década. Quizás hoy escriba poco y cite mucho, pero creádme, vale la pena. Recordemos que Guardini se pregunta en esta obra acerca del sentido de la Iglesia, pero no en general, es decir, el sentido de la Iglesia para la humanidad o para la comunidad de bautizados. Se pregunta por el sentido de la Iglesia para el creyente en particular, es decir, y con sus palabras "(...) nos preguntamos qué significa la Iglesia para el individuo, especialmente para quien vive en ella" (El sentido de la Iglesia, 31).

En este marco y en el capítulo tercero, Guardini afirma que la Iglesia es el ámbito más adecuado para la plena realización personal.  Pero ¿cómo llega a esta conclusión? Le doy la palabra al maestro. Lean con atención: 
"¿Pero qué significa ser hombre en el sentido más profundo? Significa conocer la propia debilidad, pero confiar en que ella puede ser superada; ser humilde y saberse efímero, en tensión hacia lo eterno; estar sometido a lo temporal, y cerca de la eternidad; contar con una capacidad limitada, y sin embargo decidida a realizar obras de valor eterno. 

Iglesia de San Luis en Munich
La plenitud humana consiste en que ninguno de estos rasgos característicos sean ocultados, sino que cada uno de ellos sea afirmado y llevado a su madurez, que no se destruyan mutuamente, sino que se fusionen en esa unidad transparente orientada hacia lo infinito. Un hombre es tal en cuanto que, consciente y voluntariamente, vive alegre, como ser limitado en el tiempo, pero que lucha y se esfuerza por introducir toda su vida en la eternidad, en lo infinito, en la gloria. Éste es el atractivo inefable de lo humano: un misterio lleno de dolor, fuerza, anhelo y confianza." (El sentido de la Iglesia, 52-53)
Ahora bien, la Iglesia, para Romano Guardini, es el lugar donde estos contrastes, entre lo finito e infinito en el hombre, lo temporal y eterno, la debilidad personal y la llamada moral,...etc., pueden darse sin contradicción y por lo tanto, ser el ámbito adecuado de la plena realización humana. Escribe:
"La Iglesia pone al hombre frente a lo Incondicionado. De ese modo, él adquiere conciencia de que él mismo no es algo absoluto, pero en su interior despierta el deseo de una vida libre de las mil ligaduras de la existencia terrenal, una vida interiormente plena. La Iglesia sitúa al hombre ante lo eterno. Así, él toma conciencia de que es un ser efímero, pero destinado a una vida imperecedera; también lo sitúa frente a lo infinito, y él descubre que, si bien es un ser limitado, solamente lo infinito lo satisface.

La Iglesia produce incesantemente en el hombre esa tensión que funda su naturaleza -tensión entre ser y anhelo, entre realidad y misión- y la resuelve por medio del misterio de la presencia viva de Dios y del amor de Dios; amor que regala ilimitadamente desde su perfección que supera toda realidad natural. 

(...) Vean, ustedes, que, en este encuentro con lo Absoluto, en el que el hombre está frente a lo Incondicionado, ve, con toda claridad, lo que él es y lo que Aquel es. Pero, al mismo tiempo, despierta en él el anhelo y confía en que el Amor de Dios lo perfeccionará. Esta experiencia fundamental del cristianismo -la Verdad, el Amor solícito y la Esperanza confiada presentes en su vida -constituye el momento en que el hombre, en el sentido espiritual más pleno, llega a ser verdaderamente hombre. Este proceso de la creatura de llegar a ser hombre, frente a lo incondicionado, es obra de la Iglesia" (El sentido de la Iglesia, 53).
La creación del Hombre en la Capilla Sixtina
No sé si han experimentado la paz y la serenidad que surge en el hombre cuando encuentra una verdad que responde a sus anhelos más profundos. No sé si han experimentado la alegría al sentir que las contradicciones que todo hombre padece en su interior tienen respuesta y solución en el ámbito de la Iglesia, porque en Ella, nuestra debilidad se hace fuerza, nuestra finitud se abre al infinito, nuestra pequeñez  se encuentra frente a un absoluto que no nos anula sino que nos lleva de la mano a  la plenitud de nuestra existencia, y todo ello por medio del AMOR, sellado y confirmado por la Encarnación, la Pasión y la Muerte del Señor en la Cruz.

Todo esto es posible porque en la Iglesia el hombre se encuentra con su verdad: "El hombre no es Dios, sino criatura, pero hecha a imagen de él, por eso, es capaz de aprehender a Dios y ser poderoso como él, "capax Dei", como dice San Agustín; capaz de sostener y poseer lo Absoluto. (El sentido de la Iglesia, 53). O mejor estas otras palabras: "He aquí la obra suprema de la Iglesia: que el hombre vea claramente que él es sólo una creatura, pero que disfrute de este hecho y lo reconozca como punto de partida para elevarse hacia Dios; que sea humilde, pero en tensión hacia lo superior; que sea sincero, pero lleno de firme esperanza y, sólo por eso, verdadero hombre"  (El sentido de la Iglesia, 56).

lunes, 22 de septiembre de 2014

Guardini y el Pontificado (II): los papas del siglo XX

Continuamos esta semana con el escrito del Prof. Carlos Alberto Sampedro en el que desarrolla la relación de Romano Guardini con los diversos pontífices.

LOS PAPAS DEL SIGLO XX

Cuando en 1905, Guardini decide emprender el camino de la vida sacerdotal, se encontraba conduciendo la barca de Pedro, San Pío X y bajo su pontificado se ordena sacerdote.  Al iniciar sus estudios doctorales, en  mayo 1915, Benedicto XV acababa e ser elegido como Obispo de Roma y es bajo este pontificado que hace su aparición en la vida pública con su obra Vom Geist der Liturgie (El Espíritu de la Liturgia) publicada en 1918. Posteriormente, bajo Pío XI inicia su primer periodo docente, comprendido entre 1922 y 1939, en el cual desarrollara la famosa cátedra Religionsphilosophie und christliche Weltanschauung (Filosofía de la religión y cosmovisión católica) en la universidad de Berlín.


Pío XII, marca una diferencia en la relación de Guardini con el Pontificado. Pacelli había trabajado como Nuncio Apostólico en tierras alemanas, primero en Mónaco de Baviera  desde 1917 y luego como nuncio en la Alemania de Weimar desde 1922 hasta 1929. Conocía suficientemente la vida cultural, política y eclesial de Alemania y sin duda atestiguó la renovación del pensamiento católico alemán, que según el profesor Borghesi (1997, p. 81) fue protagonizado por hombres como Max Scheler, Karl Adam, Reinhold Schneider, Theodor Haecker, Peter Wust, Erich Przywara, Romano Guardini y Dietrich von Hildebrand entre otros. Por otra parte, el profesor Krieg (2003, p. 167) señala un punto de conexión importante entre Guardini y el pontificado de Pio XII. Para Éste, Guardini fue una de las principales influencias del movimiento litúrgico que se encuentra tras la Mediator Dei, publicada por Pío XII en 1948. Más determinante aun en la relación de Guardini con el pontificado, fue su nombramiento como Prelado Doméstico de su santidad Pío XII en 1952. Esto significó un voto de confianza y un visto bueno a toda su labor pastoral y académica. Guardini publicaría posteriormente un artículo intitulado “Pío XII y la liturgia”, para un libro homenaje con motivo del 80 aniversario de su santidad.

Juan XXIII fue el Pontífice que abrió las puertas de la Iglesia para que esta iniciara un renovado diálogo con las realidades del mundo moderno. Este tipo de diálogo con la Modernidad, fue desde siempre una nota característica que Guardini imprimió a sus clases y sus libros. Guardini dedicó su última obra publicada en vida Die Kirche des Herrn (La iglesia del Señor) a Juan XXIII. El profesor López Quintas (1998), remite a un pasaje del diario de Guardini, que da cuenta del aprecio que tenía por su Santidad y lo que significó su apoyo:“Pienso en la audiencia de Castelgandolfo, que despertó en mí un sentimiento siempre vivo de vinculación y obligación. Desde entonces es para mí el Papa. El que me manifestó la confianza de la iglesia, por la que yo, el caminante solitario, siempre había suspirado (p.120)”. Dicha confianza, se puso de manifiesta en el nombramiento para hacer parte de la comisión litúrgica del Concilio Vaticano II, el cual no pudo aceptar por su avanzada edad y los impedimentos propios de salud.

Con Pablo VI continúan los reconocimientos oficiales. Esta vez es nombrado Cardenal de la Iglesia Católica, pero también debe rechazar el nombramiento motivado por razones de salud. Pablo VI tiene por lo menos 15 alusiones o pasajes de la obra de Guardini principalmente utilizadas en sus audiencias. De igual manera ocurre con Juan Pablo II, quien lo usa en sus discursos y homilías. Además es significativa la sintonía que existe entre el principio programático de la Redentor Hominis, en la que el misterio del hombre se revela en Cristo Redentor y el planteamiento fundamental de la antropología guardiniana expuesto en 1952 en una conferencia en la Katholikentag de Berlín, posteriormente  publicada en 1965 con el título Den Menschen erkennt nur, wer von Gott weiß y en la que se plantea que solo se puede conocer al hombre, si se conoce a Dios.
Entre todos los pontífices, es quizás con Benedicto XVI con quien Guardini tiene más llegada o puntos de contacto. Ratzinger era un lector de Guardini, y también en ocasiones un oyente. Zilvano Zucal (2008) señala los puntos de conexión que existen entre ambos.
En primer lugar, la labor docente en centros universitarios alemanes, que ambos desarrollaron con altísimo nivel.

En segundo lugar, la atención al misterio del cristianismo: Guardini escribió en 1929 Das Wesen des Christentums (La Esencia del Cristianismo) y Ratzinger escribió su famosa Einführung in das Christentum (Introducción al Cristianismo) en 1968.

También hay una clara conexión en torno a la idea de Europa y su futuro con relación al cristianismo.
Sin duda alguna un tema central en ambos, es la concepción de la liturgia: Guardini fue un artífice central en el movimiento de renovación litúrgica, y Ratzinger hace eco de sus postulados en su pequeña obra Einführung in des Geist der Liturgie (Introducción al Espíritu de la Liturgia).

Para Guardini la práctica teológica está precedida por la fe y por la orientación del dogma que se vive en la comunidad eclesial. Igual es para Ratzinger. Para ambos no se puede hacer teología sin fe, y no se puede creer por fuera de la Iglesia. 

El pathos de la verdad también es característico en ambos. La verdad es lo que cuenta en la vida del hombre para hacer la diferencia. Para Guardini la reverencia ante la realidad que se muestra y debe ser aceptada es el punto de partida, y para Ratzinger la confianza en la capacidad de la razón de lograr acceder a la verdad es una de sus columnas vertebrales.

El diálogo con la cultura, que es muy vivo en Guardini, también es muy fecundo en Ratzinger. Los dos supieron tocar temas centrales para el hombre de hoy e iluminarlos con la fe. 
  
Como se ha visto, la relación entre Romano Guardini y el Pontificado ha adquirido diversas formas. ¿Qué ocurre entre el Papa Francisco y el pensador Italo-alemán? Este será el tema de una próxima entrada en el blog.  

REFERENCIAS

Borghesi, M. (1997). Posmodernidad y Cristianismo. Madrid: Encuentro.
Krieg, R. (2003). Romano Guardini, un precursor. Xalapa: Universidad Veracruzana.
Quintas, A. (1998). Romano Guardini, maestro de vida. Madrid: Palabra.
Zucal, S. (2008). Benedicto XVI tiene un padre: Romano Guardini. En: http://chiesa.espresso.repubblica.it/articolo/207016?sp=y


Prof. Carlos Alberto Sampedro

lunes, 15 de septiembre de 2014

La Iglesia (III): comunidad e individuo

Volvemos esta semana a reflexionar sobre la Iglesia en la obra de Romano Guardini. Recordemos que estamos comentando el libro El sentido de la Iglesia (San Pablo, Buenos Aires, 2010). Hace dos semanas intentamos explicar qué sentido tenía la conocida sentencia de Guardini "La Iglesia despierta en las almas". Hoy, a partir del capítulo segundo de El sentido de la Iglesia , vamos a intentar comentar la relación de la Iglesia como comunidad y los creyentes como individuos. Es decir, vamos a comentar la relación individuo comunidad en el ámbito de la Iglesia.

En el pensamiento de Guardini hay una clara distinción entre una comunidad de individuos y otras formas de congregación de seres humanos como la asociación, organización o la masa. Debemos aclarar qué son cada una de estas formas sociales para distinguirlas de la Iglesia. La masa es una aglomeración anónima de individuos. La masa es mera cantidad, suma de individuos sin ningún interés, finalidad o naturaleza que los defina cualitativamente. A partir de la masa surge la organización, que usa de esos individuos anónimos y los organiza para realizar ciertas funciones. El Estado Totalitario que nace en la Modernidad se sostiene en la masa y la organización. Por último, la asociación implica la participación de la voluntad libre y surge cuando un número determinado de individuos se unen, mediante un contrato o compromiso, en orden a unos determinados fines. Hay un elemento común en todas estas formas de asociación: el individuo preexiste antes que la masa, la organización o la asociación. Éstas surgen de la suma, unión o conjuntos de individuos. En la comunidad, y sobre todo en la comunidad cristiana que es la Iglesia, esto no es así: 
"El individuo cristiano no se junta con otros en un segundo momento para constituir una comunidad. Su existencia comunitaria no surge de un pacto suyo con los otros hombres. No son personas los que, por naturaleza, no se interesan por los otros y sólo celebran un contrato en el cual cada uno cede una parte de lo que le es propio, para que, por medio de tal concesión, puede salvar todo cuanto le sea posible. " (El sentido de la Iglesia, 36).
Thomas Hobbes: el hombre es un lobo para el hombre
 Lo anterior es el modo "moderno" (que surge a partir del Renacimiento y se instala a lo largo del siglo XVII hasta nuestros días) de explicar el origen de las sociedades y formas políticas de gobierno. Pero este modo es, a mi juicio, falso. Los griegos, y concretamente Platón y Aristóteles, entendían que la comunidad humana era la condición de posibilidad de una vida individual. Sólo el individuo podía alcanzar su plenitud humana con los otros. En esta línea escribe Guardini 
"La existencia humana se vive como persona y comunidad al mismo tiempo. Ambas cosas no están desligadas; más bien la comunidad está presente ya en el germen del individuo, del modo que éste ya está necesariamente incluido en la comunidad, sin que la relativa condición específica de cada una de las formas originarias de la vida sea afectada por eso" (El sentido de la Iglesia,  37).
Desde esta concepción de comunidad explica Guardini la Iglesia. Ésta es la comunidad de creyentes que participan de la Vida Nueva que trajo Cristo con su Redención. Con palabras de Guardini: 
"De este modo, la comunidad que es la Iglesia está vinculada esencialmente al individuo, y éste está sujeto a la comunidad y los dos juntos consitiuyen la vida nueva (...) el gran acontecimiento fundamental del cristianismo -la vida nueva- sólo se realiza como Iglesia y como individuo, tanto aquélla, como éste claramente definidos en sí mismos, pero, a la vez, en relación recíproca" (El sentido de la Iglesia,  37).
 El individuo no está antes que la Iglesia, ni ésta oprime, controla, o anula al individuo. La Iglesia es posible porque el individuo cristiano vive una relación con Dios única, personal e individual, pero la vive en la comunidad que es la Iglesia. Guardini afirma que tanto la persona como la comunidad eclesial son causa de la Iglesia y ninguna puede ser sometida a la otra. Aquí no hay un sacrificio del individuo por la comunidad como hace el Estado Totalitario moderno (Cfr. El sentido de la Iglesia,  38). Escribe Guardini: "No existe la Iglesia, si ella absorbe en sí al individuo, si éste tiene que esforzarse para alejarse de ella para poder llegar a ser él mismo. Quien piensa así no sabe lo que es la Iglesia. En tanto digo Iglesia, también digo persona, y cuando hablo de mundo interior cristiano, de inmediato se hace presente el universo de la comunidad cristiana." (El sentido de la Iglesia,  38).

Quien a vosotros escucha a mí me escucha
Ahora bien, también subraya nuestro autor algo muy importante. Si bien el individuo y la comunidad se presuponen el uno al otro, viven el uno en el otro, la relación entre los dos está caracterizada por la jerarquía y autoridad de la Iglesia frente el individuo, porque así lo quiso el Señor: "Quien a vosotros me escucha a mí me escucha",  "lo que tú ates en la tierra quedará atado en el cielo". Sobre esta autoridad hemos hablado en este blog y seguramente tendremos que volver a hacerlo a lo largo de estas entradas. Por ello, y dado que hoy examinamos la relación individuo-comunidad, no profundizo en el tema, remitiendo a lo ya dicho y esperando volver a hacerlo próximamente.

Termino con un par de citas de Guardini que dejo a la consideración presonal de los lectores. La primera es ésta:  
"La iglesia se hace insoportable cuando no la percibimos como sustrato de la propia vida personal, cuando la visualizamos como un poder que se pone frente a nosotros; poder que no interesa en lo más mínimo a nuestra voluntad vital más íntima, ya que la limita o la sofoca. (...) Por el contrario, una gran y consoladora alegría experimenta quien descubre el sentido de la Iglesia, quien ve cómo ella es condición esencial de su existencia personal y el camino hacia la más acabada perfección; o quien interioriza la profunda solidaridad de su propio ser y el de la Iglesia (en cuanto uno vive por el otro) y percibe que la perfección y grandeza de uno de ellos constituye tambén la del otro" (El sentido de la Iglesia, 41) .
La segunda nos desafía con una tarea:
"A la época venidera le está encomendada la tarea de percibir, correctamente de nuevo, la relación entre Iglesia y persona. (...) Cada  época tiene su tarea, incluso en el desarrollo de la existencia religiosa. La tarea medular de nuestro tiempo consiste en examinar de qué manera la Iglesia y el individuo están unidos entre sí, cómo aquella vive de éste, cómo, dentro de esa relación, se fundamenta la autoridad de la Iglesia. Dicho de otro modo; examinar todo esto y hacerlo fundamento de nuestro ser y de nuestra existencia es lo que la hora presente está reclamando." (El sentido de la Iglesia, 40).
Tomar conciencia y vivir cuanto hoy hemos expuesto hace parte del contenido de aquella exclamación con la que iniciamos nuestras entradas sobre la Iglesia: "la Iglesia despierta en las almas". Con esto, sí que temino por hoy.




lunes, 8 de septiembre de 2014

Guardini y el Pontificado (I). Preocupación por el hombre

Nos propusimos al inicio del verano profundizar en las reflexiones que sobre la Iglesia hace Romano Guardini en su obra. Contemporáneamente a las entradas que dediquemos a ello, he considerado conveniente publicar algunas reflexiones del Prof. Carlos Alberto Sampedro Gaviria (Universidad Pontificia Bolivaria - Colombia) acerca de la relación de Guardini con el Pontificado. Con estas entradas damos inicio a algo que desde hacía tiempo quería llevar a cabo en este blog: las colaboraciones externas. El trabajo del profesor Sampedro está dividido en tres secciones: una primera parte introductoria que hoy publicamos; una segunda parte donde comenta a veces a grandes rasgos y en otros momentos con cierto detenimiento, la relación de Guardini con los pontífices desde Pío XII hasta el Benedicto XVI. Esto daría materia para un libro, pensarán algunos, por ello lo que aparecerá en el blog será más bien un esquema muy sugerente y novedoso de ideas que podrían ser desarrolladas posteriormente en otros trabajos científicow. Esperemos que el autor disponga algún día del tiempo y los medios para hacerlo; en la tercera parte el  Prof. Carlos Alberto Sampedro se detiene en la relación de Guardini con el Papa Francisco. Quisiera agradecer  vivamente al Prof. Carlos Alberto Sampedro su colaboración en este blog.

Preocupación por el hombre

La sensibilidad por los signos de los tiempos es un rasgo característico de los vicarios de Cristo. Especialmente aquellos que guiaron la iglesia durante los últimos 100 años han atestiguado una vorágine de positivos y también contraproducentes cambios, que se sucedían y suceden cada vez con mayor velocidad: Una industrialización secularizante, crecimiento de la concentración urbana, guerras mundiales y sus consecuentes crisis, tensiones por ideologías contradictorias, la revolución sexual y deconstrucción de la familia, invierno demográfico e inversión de la pirámide poblacional, la revolución tecnológica e informática, incremento del capital y de la brecha entre ricos y pobres, crisis económicas, nuevas religiosidades orientalistas e indigenistas, surgimiento de una política internacional basada en los derechos humanos, persecución de la libertad religiosa, entre otros.

Esta velocidad y la dirección en la que se producen los cambios dejan la sensación de un vértigo que alcanza a desestabilizar  las raíces mismas de la condición humana. En esa línea, San Juan Pablo II (1979), al inaugurar Puebla afirmaba:

Juan Pablo II
"Quizás una de las más vistosas debilidades de la civilización actual esté en una inadecuada visión del hombre. La nuestra es, sin duda, la época en que más se ha escrito y hablado sobre el hombre, la época de los humanismos y del antropocentrismo. Sin embargo, paradójicamente, es también la época de las hondas angustias del hombre respecto de su identidad y destino, del rebajamiento del hombre a niveles antes insospechados, época de valores humanos conculcados como jamás lo fueron antes."


Esta denuncia, pone sobre la mesa la preocupación central de estos pontificados. Se trata de la preocupación por el hombre. Es la misma que se encuentra en la obra de Romano Guardini y se constituye en un punto clave de conexión con los sucesores de Pedro, y en punto de partida para poner su obra al servicio de la Iglesia. De hecho, en pleno inicio de la década de los 60´s, publica una compilación de ensayos con el título Sorge um dem Menschen (Preocupación por el hombre), dedicada a analizar la cultura occidental de las últimas décadas y en ella señala que su crítica “no está orientada por puntos de vista puramente filosófico-culturales, sino por una preocupación por el hombre, que nunca ha estado tan inmediatamente en peligro como hoy” (Guardini, 1965, p. 13). 


Pío XII
Es así, que desde Pio XII hasta Francisco, todos los Pontífices han tenido algo que ver con el pensamiento y las obras de Romano Guardini, bien sea porque se han nutrido de la lectura de sus números títulos, han contado con su consejo o han recibido directamente sus enseñanzas. Estos Pontífices y a través de ellos, la Iglesia, ven en este hombre una de las figuras determinantes del pensamiento católico de los últimos tiempos. Por una parte, su labor pastoral enfocada a la docencia universitaria y la animación juvenil, y por otra su rol como intérprete de la fe, la iglesia y la cultura, se armonizaron con una fecundidad tal que no es de extrañar que a la postre, termine considerado como un clásico del pensamiento cristiano.

Esta sintonía entre la línea antropológica de los Pontificados y del pensamiento guardiniano, pone sobre la mesa una verdad olvidada: el auténtico pensamiento católico, es eclesial. No se trata tanto de una ortodoxia como de una comunión sustentada en el Espíritu Santo, que anima la vida de la Iglesia.

En otras dos entradas se hará una pequeña presentación de la relación entre Guardini y el Pontificado.

Prof. Carlos Alberto Sampedro Gaviria

Referencias 

Juan Pablo II (1979). Discurso del santo padre Juan Pablo II en la inauguración de la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. En
http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/speeches/1979/january/documents/hf_jp-ii_spe_19790128_messico-puebla-episc-latam_sp.html
  
Guardini, R. (1965). Preocupación por el hombre. Madrid: Guadarrama



lunes, 1 de septiembre de 2014

La Iglesia (II). "La iglesia despierta en las almas"

"La Iglesia despierta en las almas". Esta es una de las sentencias de Romano Guardini más citada por todos aquellos que han entrado en contacto con su pensamiento, sean teólogos, intelectuales, filósofos o hasta incluso pontífices. Pero, ¿qué quiso decir Guardini con ella? El primer paso para responder a este interrogante es colocar la frase en su contexto, porque sólo se alcanza el sentido profundo de las palabras situándolas en el ámbito en el que fueron pronunciadas. "La Iglesia despierta en las almas" aparece en el primer párrafo del primer capítulo del libro El sentido de la Iglesia, del que nos propusimos hablar en nuestra última entrada. Concretamente se dice: "Se ha hecho presente un acontecimiento religioso de enorme trascendencia: la Iglesia despierta en las almas". E inmediatamente se añade: "esto debe ser entendido correctamente" (El sentido de la Iglesia, San Pablo, Buenos Aires, 2010, 15).

Para empezar, Guardini intuía una vuelta a la realidad de las cosas, es decir, ya no era tan importante lo que el sujeto pensaba sobre la realidad o la experiencia subjetiva sobre ella, cuanto la realidad misma, las cosas en su ser, tal y como se presentaban en sí mismas. Además, se detectaba una recuperación del sentido de la comunidad a partir de la cual vive el individuo. Comunidad que no se pensaba como mera asociación de individuos, ni como organización o estructura social, sin como ámbito desde el que vivía el sujeto, como comunidad realmente de vida. Por último, y gracias a esa vuelta a lo real, el racionalismo se desmoronó y la mente se abrió a una consideración de la realidad que iba más allá de los límites que le imponía,  por ejemplo, los métodos de las ciencias experimentales. 

Este cambio de mentalidad influyó poderosamente en la concepción de la Iglesia. Surgió así, un nuevo modo de concebir la Iglesia que décadas más tarde con mayor o menor intensidad nosotros hemos experimentado y qué de algún modo, y esto es opinión personal, ha quedado reflejado en los documentos del Concilio Vaticano II.   Este nuevo modo de concebir la Iglesia gira entorno a un concepto: Comunidad. El cristiano ya no se piensa sólo sino en relación a la comunidad eclesial. "La existencia religiosa ya no procede sólo del yo, sino que, al mismo tiempo, surge del polo opuesto, es decir, de la comunidad objetiva organizada. La existencia religiosa vive también gracias a ésta, o sea que surge de ambos polos, de la comunidad y del individuo  (El sentido de la Iglesia, 25)".  Y esto es algo muy importante, porque sólo a través de lo que entendemos por comunidad, la Iglesia puede tener sentido y significado para el individuo. Sólo por la comunidad, y lo que ella comporta, la Iglesia adquiere sentido en la vida personal. Esto puede vivirse de tal modo y manera que el individuo no se entienda a sí mismo y no pueda dar razón de sí y su existencia fuera de esa comunidad que es la Iglesia. Creo que los diversos movimientos y realidad eclesiales que han ido surgiendo en las últimas décadas, poseen todos este denominador común que es la vida comunitaria. 

La comunidad eclesial posee una unidad, "(...), que no es una experiencia caótica o un simple sentimiento desbordante, por el contrario, es una comunidad configurada por el Dogma, la Liturgía y el Derecho Canónico. Esa unidad no es una mera agrupación, es una comunidad; no es un movimiento religioso, es una vida eclesial; tampoco es romanticismo espiritual, sino una realidad eclesial (El sentido de la Iglesia, 23)". Las normas y los preceptos no aparecen de este modo como limitadores del individuo sino como condición de posibilidad de la vida misma de la comunidad y del individuo en ella.

Nos preguntábamos al inicio que quiso decir Guardini con la famosa sentencia "La Iglesia despierta en las almas". Ante todo contempló un acontecimiento. ¿En qué consistió?: "Si este acontecimiento denominado movimiento eclesial progresa y avanza, deberá conducir a una renovación y revitalización de la conciencia comunitaria. Éste es el modo adecuado de experimentar la Iglesia." (El sentido de la Iglesia, 26).Quizás la vivencia de la vida cristiana  como realidad comunitaria nos parezca una obviedad, pero hace un siglo, esto no era tan obvio.