Páginas

lunes, 28 de julio de 2014

La Iglesia (I): las fuentes

Al igual que la Providencia, el tema de la Iglesia era una asignatura pendiente que deseaba abordar en este blog hacía mucho tiempo. Debo decir, que biográficamente, fue uno de los temas con los que primero me enfrenté al leer las obras de Romano Guardini. El libro La existencia del cristiano (BAC, Madrid, 1997) fue en muchos aspectos la base de un curso que impartí durante tres años (1999-2002) en la Universidad Francisco de Vitoria. Llevaba por titulo Introducción a la teología y lo recibían alumnos de quinto curso en casi todas las titulaciones. Tengo un buen recuerdo de aquellas clases, sobre todo, de los alumnos de periodismo. La cuestión de la Iglesia aparecía en el penúltimo tema y su contenido era un síntesis del capítulo "La continuación de la obra de Cristo en la historia: la Iglesia" (La existencia del cristiano, 335-415).  A ese capítulo hemos acudido en este blog cuando abordamos en una serie de entradas del tema de la autoridad y comentamos la autoridad de la Iglesia. Como es conocido de todos, La existencia del cristiano recoge las clases de los últimos cursos que impartió Guardini antes de su jubilación en el semestre de invierno del curso 1962-1963. Este dato, como veremos más adelante, tiene cierta importancia. Entre las ideas que exponía en aquellas clases quisiera rescatar una: la necesidad de la Iglesia. La primera comunidad creyente, no sólo había sido testigo del anuncio del Reino, de la muerte y resurrección del Señor, sino del mandato mismo de Cristo de continuar la obra por él iniciada. Releamos el pasaje de Mateo 28, 19-20: 
"Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;  enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo."
Por lo tanto, no se trataba de conservar y transmitir meramente un mensaje, de ahí que el Señor no escribiera o mandara escribir un libro. Cristo nos deja una realidad: la redención. Y esta obra es a la que habría que dar continuidad. Escribe Guardini: "El Señor sabe que lo que Él trajo es una realidad, una verdad y una instrucción divinas, tiene, pues, que ser conservado en su sentido originario y seguir ejerciendo su influjo" La existencia del cristiano, (366-367). Y en esto Jesús de Nazareth se distingue radicalmente de cualquier lider religioso o maestro moral. Sus discípulos a través de la historia no deberán conservar y transmitir meramente sus ideas plasmadas en un libro o de modo oral. Jesús no trae simplemente una doctrina, sino una nueva realidad, una nueva vida. A ella se accede a través de la Iglesia. Ésta es la portadora de la nueva vida que Cristo nos han traído, de la redención. Pero la Iglesia también ejerce otra misión. La fe cristiana, como acabamos de explicar, no consiste en un mero asentimiento de ideas. Se trata de una entrega a una persona, Cristo, que nos redime y nos abre la puerta a una nueva existencia en él. Es, por tanto, una entrega personal. Esta entrega del creyente a Cristo queda custodiada y garantizada en la Iglesia. En ella, Cristo se dirige y se entrega a todos los hombres y en ella, los hombres entregan de manera objetiva a Cristo. Estas ideas son patentes no sólamente en la obra que estamos comentando (ver La existencia del cristiano, 367-373), sino en su misma biografía de Guardini cuando comenta su conversión:
"Dar mi alma, pero ¿a quién? ¿Quién puede pedírmela? ¿Pedírmela de tal modo que ya no sea yo quien pueda disponer de ella? No ‘Dios’ simplemente, ya que cuando el hombre pretende arreglárselas solo con Dios, dice ‘Dios’ y está pensando en él mismo. Por eso tiene que existir una instancia objetiva que pueda sacar mi respuesta de los recovecos de mi autoafirmación. Pero sólo existe una instancia así: la Iglesia católica con su autoridad y precisión" (Notas para una autobiografía, Encuentro, Madrid, 1999, 99).
Existen dos escritos más sobre la Iglesia, uno anterior y otro posterior a La existencia del cristiano. Ambos están recogidos en un volumen recientemente publicado en castellano por San Pablo y Edibesa (Buenos Aires, 2010). El primero lleva por título El sentido de la Iglesia. Cinco conferencias. Data de 1922, con sucesivas reediciones. La del volumen que estamos comentando es de 1955 y está prologada por Johannes Spörl (amigo de Guardini). El volumen empieza con una frase que se hizo célebre en su tiempo y cuyo eco todavía resuena hoy: "Se ha hecho presente un acontecimiento religioso de enorme trascendencia: la Iglesia despierta en las almas".
 
El segundo escrito publicado cuando Guardini tenía 80 años, en 1965, está dedicado a Juan XXIII y lleva por título La Iglesia del Señor. Meditaciones sobre la esencia y la misión de la Iglesia. Se trata de cinco meditaciones escritas al final de la vida de Guardini. No sé hasta dónde llegaremos con esta serie de entradas sobre la Iglesia en Romano Guardini. Por lo pronto, centraré mis lecturas de vacaciones en este tema y estos libros.


miércoles, 16 de julio de 2014

Nuevas publicaciones personales en relación a Guardini

El capítulo 3 está dedicado a Guardini
Ayer participé en la presentación del libro Conjugando Ciencia y Fe: argumentos en el año de la Fe. Se trata de un pequeño volumen editado por CEU Ediciones (Madrid, 2014), donde algunos profesores reflexionamos sobre las relaciones entre el conocimiento científico, la  filosofía como modo de acercamiento a la realidad y la fe como actitud de vida. De nuevo el origen del hombre y la evolución, la teoría del Big - banag y el inicio del universo, la sexualidad humana y el Génesis, etc. son abordados en este libro por expertos profesores universitarios. A mí, se me invitó a participar y escribí un pequeño capítulo titulado: CIENCIA, RAZÓN Y FE: UNA NUEVA PERSPECTIVA (Consideraciones a la luz Romano Guardini). Parto del hecho tantas veces denunciado por Guardini del incremento de poder que el hombre ha adquirido en la Modernidad. Esto me lleva a introducir la necesidad de una ética que lo norme (idea recurrente en Guardini) y de una nueva mirada sobre la realidad (el encuentro propio de Guardini) que también debería de darse en el hombre de ciencia. Termino reflexionando sobre todo cuanto se nos dice sobre el poder en el Genésis, siempre de la mano de nuestro autor. Es un nuevo modo de afrontar la cuestión de Ciencia - Razón - Fe.


Guardini y la cultura  en el capítulo1
Por otro lado, y hace tan sólo un par de meses, mi compañero Enrique Anrubia publicaba un nuevo libro, Esbozos de Cultura. Ensayos sobre el mundo contemporáneo (Comares, Granada, 2014). Este libro también es una obra colectiva coordinada por prof. Anrubia, y en él Guardini tiene un lugar, concretamente en el capítulo primero, titulado "Cultura y Plenitud". En este capítulo reflexiono y expongo brevemente las ideas principales de Guardini en relación a la cultura que podemos encontrar en su ensayo La cultura como obra y como riesgo. 

¿Qué significa ser cristiano?
 Por último, en un libro homenaje  al Profesor D. Antonio Benlloch Poveda que salió a la luz hace escasas semanas (Opus iustitiae: pax et unitas, Edicep, Valencia, 2014), publiqué un ensayo dedicado a la existencia cristiana. Se trataba de responder a la pregunta ¿Qué significa ser cristiano para Romano Guardini? En él vuelvo retomar la idea muy guardiniana de Galatas 2, 20 (ya no soy yo quien vivo, es Cristo.....), y otras muy sugerentes que por razón de espacio no expongo. Este texto nació de una conferencia que luego fue madurada y rectificada hasta el texto que se ofrece en este libro. De esta publicación tengo algunas separatas. Si alguno estuviera interesado se lo podría hacer llegar.



jueves, 10 de julio de 2014

La Providencia (III): Providencia y oración

Me he propuesto dar continuidad a las reflexiones sobre la Providencia sobre la que he hablado en las últimas entradas. Quisiera abordar ahora la cuestión de la Providencia y la oración, pues en el libro Introducción a la vida de Oración (Palabra, Madrid, 2001), Guardini dedica un capítulo a ello. Sintetizar de manera ordenada el contenido del mismo supera en este momento, al final del curso académico, y apremiado por varias obligaciones, mis debilitadas fuerzas. Sin embargo, no puedo dejar de anotar o traer aquí algunas de las ideas que más me han impresionado, dejando al lector que adquiera este volumen y lea todo su contenido. Por cierto, Introducción a la vida de Oración es una de la obras de nuestro autor que más bien espiritual me han hecho.

Nos invita Guardini a hacer de la Providencia tema de nuestra meditación. Es el camino para entender y asumir la Providencia. No sólo debemos meditar las páginas del Sermón de la montaña Mt. 6, 24, sino también otros pasajes del Evangelio donde este tema se aborda, así como la oración del Padrenuestro. A este respecto escribe: "Sólo puede conocer la intención profunda del Padrenuestro quien reconozca que el mundo se halla en las manos del Dios vivo, advierta que su propia existencia depende del gobierno providente de Dios, y se haga cargo de que el reino de Dios está encomendado a su solicitud, pese a ser una débil creatura" (Introducción a la vida de Oración, 160).

La meditación de la Providencia es necesaria para poder entender otro punto muy interesante que vamos a comentar. Se trata del carácter dinámico de la Providencia, es decir, que Dios no tiene un programa determinado, fijo y cerrado sobre el acontecer de cada uno en particular y del mundo en general. Así como, se suceden sin cesar los acontecimientos y cambian las actitudes de las personas y las acciones que brotan de ellas, así, la Providencia y su solicitud y querer se va adaptando a cada momento y circunstancia exigiéndonos dulcemente en esa hora concreta la realización del Reino de Dios. Esto también debe meditarse. Guardini escribe: "Esta situación debo tomarla como objeto de meditación para intentar comprenderla: '¿Qué sentido tiene si la veo desde Dios? ¿Cómo debo comportarme en ella? Dios quiere algo conducente a 'su Reino y su justicia'. Esto lo quiere precisamente de mí y precisamente ahora. Por eso me lo dará a conocer. Pero ¿cómo? " (Introducción a la vida de Oración, 161).

Ese ¿cómo? me invita a comentar  un tema muy sugerente en Guardini: la conciencia cristiana.  A ella le encomienda una tarea que pocos le reconocen. Estamos acostumbrados a entender la conciencia como la aplicación de principios generales universales a situaciones concretas y particulares. Esto puede hacer que la vida cristiana, desde un punto de vista ético o moral, se convierta en algo teórico, monótono y aburrido. Pero Guardini escribe que la conciencia es también "(...) la capacidad de promover lo todavía desconocido; el poder de intuir lo que pugna por desarrollarse; el valor de realizar algo de lo cual no hay modelo. También esto pertenece a la conciencia" (Introducción a la vida de Oración, 163). 

Si esto es así, la Providencia de Dios no consiste en el cumplimiento personal de ciertas normas y reglas. Se trata de orar y desde la oración pedir el advenimiento del Reino en mí y en el mundo. De querer esto profundamente y de discernir cómo llevarlo a cabo en cada instante. En resumen: "De aquí brota espontáneamente la súplica del hombre a Dios de que le dé a conocer lo que debe realizar. No se trata de preceptos fijos que deban ser conocidos y puestos en práctica, sino de realidades concretas que deben ser comprendidas a la luz del conjunto de la actividad divina. Se trata de una realidad, aún no existente, de la que el hombre es responsable y en la que debe comprometerse. Por eso debemos pedir a Dios que nos dé ojos para ver. (...) " (Introducción a la vida de Oración, 164).

 Imaginémos si pudiéramos ver, contemplar, lo que Dios espera de nosotros en relación a su Reino, lo que su infinita Providencia ha pensado en relación a la llegada del Reino a partir de la colaboración de nuestra torpe libertad. Pues, eso es lo que hay que pedir en la oración, para aquí y para ahora, no más. En este instante qué tarea tiene pensanda la Providencia para extender su Reino en mí y en mi entorno. "Debemos, por ello, pedir a Dios que avive nuestra capacidad de captar la llamada de lo que desea venir a la existencia" (Introducción a la vida de Oración, 165).




martes, 1 de julio de 2014

La Providencia (II): el mundo personal

Hace ya casi un mes desde la última entrada en este blog. Me gustaría mantener la regularidad semanal, pero las obligaciones laborales y familiares hacen que distancie las colaboraciones mucho más de lo que desearía. Volvamos al tema de la Providencia que dejamos abierto e indaguemos un poco más desde la perspectiva de Guardini. Dijimos hace semanas que la condición de posibilidad de la Providencia era poner el Reino de Dios y su Justicia como motor y móvil de la existencia. Entonces, el mundo se configuraría entorno al cristiano de tal modo que Dios le asistiría y le daría todo lo necesario para su subsistencia, según leíamos en Mateo 6, 25-33. ¿Cómo puede sufrir nuestro entorno esta transformación?

La respuesta a esta pregunta desde el pensamiento de Guardini posee, según mi parecer, dos niveles: uno meramente humano y otro marcadamente sobrenatural. Abordemos el primero. Guardini trabaja mucho la idea de que el hombre no vive desvinculado de la realidad. Todo lo contrario, el hombre genera su propio mundo dentro del mundo en general, lo que él denomina Umwelt o ámbito de existencia. Para explicar esto recurriré al mundo animal. En las bestias la especialización morfológica y la determinación instintiva hacen que su relación con el mundo (con el ambiente que les rodea) sea regular, previsible y determinada. Así, el oso polar, dada su especialización morfológica y sus instintos tiene un comportamiento con su medio, el polo norte, con sus frío y hielos, regular fijo y previsible. Este comportamiento, su relación con el medio, es lo que denominamos Umwetl, y sin él no se puede entender al oso polar, hace parte de él. En el hombre no se da esto. No está especializado morfológicamente y sus instintos son débiles. Su comportamiento, gracias a la libertad, es imprevisible y es capaz de adaptarse a cualquiera circunstancias ambientales y físicas extremas. En el fondo, el hombre,  genera su propio ámbito de vida, su propio medio en el que vive, su propio mundo. Ese mundo, esa configuración de la realidad en torno a él, no viene determinada por sus instintos, por la localización geográfica o sus características morfológicas, sino por su corazón, que es lo que de verdad le mueve. Así, dice Guardini "En torno a un hombre codicioso pero también inseguro en lo más profundo de su ser, las cosas se comportan de distinto modo que en torno a un hombre desinteresado y fuerte a la vez. (....) El que ama posee un mundo propio distinto del que posee el duro de corazón o el envidioso; el sincero y auténtico, otro que el mentiroso y austuto; el generoso y liberal, otro que el egoísta o dominante" (Mundo y persona, Encuentro, Madrid, 2000, 159).

En este contexto Guardini aborda la cuestión del destino rompiendo en parte el dogma determinista de que el destino está determinado y es inevitable.  Escribe Guardini en Mundo y persona, "Destino es, en primer lugar, aquello que acontece. Pero lo que acontece no tiene lugar sólo desde fuera, sino también desde dentro, no sólo desde las cosas, sino también desde este hombre" (Mundo y persona, 160). Cuando la actitud que domina en un hombre es la descrita en el Evangelio, aquella parte del destino que de algún modo se configura desde el interior del hombre, queda modificada y tansmutada. Por lo tanto, de algún modo y en cierta medida nosotros somos dueños de nuestro destino, de aquello que nos sucede y acontece. Todo cuanto llevamos dicho no requiere de la fe y esta explicación se mueve en un nivel meramente humano y natural.

El segundo nivel que no puede darse sin el primero es el nivel sobrenatural. Lo dicho es el marco humano donde Dios puede empezar a ejercer su acción divina, es decir, la Providencia. En la medida que el hombre se predispone interiormente en una actitud evangélica Dios puede actuar en él y a partir de este individuo concreto configurar el mundo según su santa voluntad. La actitud evangélica es la puerta por donde Dios actúa en los individuos para transformar el mundo humano y social. Leamos con atención el siguiente párrafo:
"Un punto, empero, ha mencionado Dios mismo en el que se proyecta con seguridad y regularmente, tan pronto como se den las condiciones exigidas por él: la existencia del hombre creyente, del hombre que ama el reino de Dios. Aquí toma Dios al mundo en su mano y el mundo le obedece. En torno a este hombre el mundo entra en un estado nuevo, y se comporta, como se dice en el Sermón de la Montaña, no simbólicamente  según la impresión subjetiva, sino en realidad. En este punto el mundo da un paso hacia una posibilidad dada en él como potentia obedientialis, pero nunca podría realizarse sólo desde Él mismo: el mundo se convierte en aquel mundo ordenado a los hijos de Dios, es decir, en nueva creación. Dios quiere que la existencia santa sea, pero ello no puede tener lugar más que a través de la libertad. Si ésta se cierra, Dios se encuentra ligado, si se abre, en cambio, surge aquella amplitud en la que Dios tiene mano libre, y comienza la segunda creación, la recreatio de la antigua teología" (Mundo y persona, 163-164).
La Providencia de Dios actúa en nuestra vida y en el mundo en la medida que le dejamos que actúe. Cómo hemos dicho antes, el hombre genera su propio mundo, Umwelt o ámbito de existencia. En la medida que se abre a la acción de Dios ese mundo queda también configurado por Dios mismo. Cabe ahora preguntarse qué mundo he generado, cuál es el ámbito de existencia que he producido en mi familia, en mi trabajo, en mis relaciones con los demás. Eso que llamamos ambiente de familia, de trabajo ¿cómo es y cómo podría describirse? ¿Dios está allí? Eso lo he generado yo y debemos preguntarnos en qué medida he dejado a Dios actuar en él. En qué medida Dios se hace presente en mis palabras, acciones, etc. En qué medida dejo que su Providencia actúe en mi entorno, en aquellos que me rodean.

Por ejemplo, el hombre evangélico pensará que su salario lo recibe en último término de la mano providente de Dios, y que por lo tanto,  socorridas sus necesidades básicas, ese dinero también está destinado a socorrer a los necesitados. El hombre del Reino cree que Dios provee a los que no tienen a través de los que tiene. El hombre justo piensa que Dios nos da para que demos.


Todo esto puede aplicarse a una escala mayor, es decir, en el ámbito político y social. ¿Qué sociedad tenemos? Aquella que hemos generado. ¿Puede Dios actuar en ella? ¿Sus individuos están abiertos para que actúe su Providencia socorriendo a quien lo necesita? Basta que un individuo se tome en serio, de verdad y radicalmente el evangelio para que la Providencia de Dios se manifieste en él de forma portentosa. Veáse, por el ejemplo, la vida de Teresa de Calcuta