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lunes, 7 de abril de 2014

Creer en el cristiano que hay en mí

Quien haya leído con cierta amplitud y profundidad los escritos de Guardini tiene necesariamente que haberse topado con el enunciado que encabeza esta entrada. La antropología filosófica de Guardini culmina de modo natural y sin artificio en una visión cristiana del hombre. Por ello, cuando indaga en lo que puede ser la persona termina escribiendo sobre la persona cristiana y si reflexiona sobre la existencia humana no debe extrañarnos que también se cuestione sobre la existencia cristiana. En breve aparecerá una pequeña indagación personal sobre la existencia cristiana en Romano Guardini. Daremos noticia de ella llegado el momento. Por ahora, y siguiendo las divagaciones teológicas que venimos realizando en las últimas semanas en el blog, voy a ofrecer algunas notas sobre el ser cristiano desde el pensamiento de Romano Guardini.

Como es sabido de todos la existencia cristiana consiste en una nueva vida. Esta vida nueva, no es un modo nuevo de vivir, sino, eso, una vida nueva en la que participa el creyente desde su bautismo. Guardini, nos dice, que esa vida se nos ha concedido a  modo de semilla. Eso parece enseñarnos la parábola del sembrador: 
“El mensajero de Dios es un sembrador, y lo que trae, un grano de semilla. Algo vivo, pues, que ha de echar raíces, desarrollarse y dar fruto. Lo que viene de Dios, no es algo acabado, sino un comienzo. (…) En este sentido se podría decir mucho. Siempre se haría patente el principio básico de que las cosas de Dios no vienen como resultados conclusos, sino como comienzos vivos; que no son sistemas consolidados, sino crecimiento de forma en forma”(Verdad y orden. Homilías universitarias, Vol III, Ediciones Guadarrama, Madrid, 1960, 18-19).
En otro escrito dirá: " La fe nos dice que Dios ha depositado en nuestra vida natural –en el hombre viejo- un nueva vida. Ésta es como un germen que debe desarrollarse” (Introducción a la vida de Oración, Palabra, Madrid, 2002, 34). Esto tiene consecuencias muy interesantes en nuestra vida cristiana. Una de ellas que comenta nuestro autor y que siempre me ha hecho pensar mucho, es que el cristiano no es una obra acabada, que en el fondo no se es cristiano sino que siempre estamos en camino de serlo. Que el cristianismo consiste en dejar que esa vida que en forma de semilla ha sido plantada en nuestra alma en el bautismo se desarrolle y crezca hasta transformarnos. Ser cristiano no es un punto de llegada sino una tarea encomendada. Por ello, Guardini escribe: "De ahí que el creyente no debería decir que es cristiano, sino que intenta llegar a serlo" (El Señor, Cristiandad, Madrid, 2000, 560). Y nos avisa de un peligro:
“Ay de mí, si digo: «Creo» y me siento seguro en esa fe! Entonces estoy en peligro de caer (1 Cor 10, 12). (…) Yo no soy cristiano, sino que, si Dios me lo concede, estoy en camino de serlo. No en la forma de una propiedad o de una posición desde la que juzgar a los otros, sino en un movimiento. (…) Nada se me ha dado a modo de seguridad; sino  que todo se me ha dado sólo a modo de punto de partida, de camino, de desarrollo, de confianza, de esperanza y de súplica”( El Señor,  363).
Puede ser que esa vida nueva y con ella ese hombre nuevo que Dios está haciendo en nosotros se esconda y cada vez nos resulte más difícil constatar nuestra transformación. En alguna ocasión nuestra autor usa la expresión "esbozo de futuro" para referirse a la realidad del cristiano. Llega a escribir que en el Credo debería incluirse un nuevo artículo de fe:  "El cristiano ha de creer en su propio ser cristiano. En su peculiaridad contra el enorme poder de lo inauténtico. Podría incluso decirse que en la confesión de fe falta un artículo: Creo en el hombre, que se formará según imagen de Cristo; creo que Él está en mí, y que, a pesar de todo, madura en mí" (Quien sabe de Dios conoce al hombre, PPC, Madrid, 1995, 168).

No hemos respondido todavía a la pregunta qué significa ser cristiano para Guardini pero baste para esta semana destacar los dos aspectos que hemos comentado.


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