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lunes, 3 de febrero de 2014

Creación y Modernidad

Sigue resultándome curioso que siendo el fundamento de todo cuanto existe y el origen de mi persona,  la creación sea obviada y ejerceza una influencia nula incluso en quienes decimos creer en ella. Cuando contemplo un paisaje o la diversidad y complejidad del mundo vegetal y animal veo a la NATURALEZA y no surge en mí el pensamiento de que estoy frente a una obra creada por Dios: 
"Usualmente la imagen del mundo y el sentimento respecto del mundo son en el creyente de la misma naturaleza que en el no creyente. Por término medio el creyente piensa también al mundo como naturaleza fundada en sí. Acepta, desde luego, el pensamqiento de la creación, pero en la forma en que se acepta un escrito supraestructural, que no va a lo profundo, o en la forma de un sentimiento marginal que no es operante sustancialmente " (Ética. Lecciones en la universidad de Munich, BAC, 2000, 855).  
Adan y Eva en el Paraiso en la película Mary'sland
Me pregunto si habrá algún método para invertir esta tendencia y hacer de la creación un idea operante. Por lo pronto, puedo intentar comprender cómo he llegado hasta aquí. Y en esto tiene que mucho que ver la cultura y la Edad Moderna. Si contemplamos los últimos doscientos años en lo que a filosofía se refiere, constataremos que la autonomía del hombre ha sido exaltada hasta el punto de convertirlo en un Dios, en un yo absoluto. Autonomía significa que el hombre descansa en sí mismo, se explica desde sí mismo y no desde otro. "Para el pensamiento de la Edad Moderna, un acto de conocimiento, un juicio moral se convierten en realmente válidos por el hecho de descansar en la autonomía del sujeto" (Mundo y persona, Encuentro, Madrid, 2000, 17). Esto signifca que el sujeto no opta o reconoce la verdad ni se decide por el bien, sino que  funda él mismo, desde su parecer, lo bueno y lo verdadero. Pero también la Edad Moderna ha dicho lo contrario, es decir, que el hombre ha sido reducido a un elemento más de la naturaleza, un mamífero altamente evolucionado. Se dice "La verdad es que yo procedo de la Naturaleza, como la planta y el animal; igual que éstos, vuelvo a desaparecer dentro de la Naturaleza; y no hay más" (El principio de las cosas, en Meditaciones teológicas, Cristiandad, Madrid, 1965, 27). En estas ideas se mueve la cultura actual, heredera de la Modernidad en muchos aspectos, y en éstas y desde ellas posiblemente me muevo yo.
Si quiero hacer de la creación algo viviente en mí debo de algún modo superar estas categorías.

La creación de Adán en la película Mary'sland
En primer lugar entendiendo que la pretendía autonomía de la Modernidad es un espejismo y que lo que realmente define al hombre es la menesterosidad y la dependencia de Dios. La Modernidad afirmará que precisamente la presencia de Dios, del Otro, me limita a mí, me amenaza, me anula, en la medida que me dicta, me norma, me obliga a un comportamiento determinado. En Mundo y persona (páginas de la 31 a la 37) como también en otros escritos Guardini afronta este problema. Para nuestro autor Dios no es otro en el sentido que lo puede ser cualquiera otra persona. Frente a mi amigo, mi mujer o mis hijos me encuentro con otros de modo muy distinto que frente a Dios. Significa cosa distinta el término "otro". Porque frente a Dios me encuentro en una relación de dependencia en el ser, es decir, ese otro es el que me hace existir, me hace ser y no anula mi yo sino que lo posibilita. Dice Guardini: "Dios o el hombre: Él o yo. Si alguien piensa así, es que en él actua una idea falsa: que Dios es Otro; el gran Otro que oprime al hombre. Pero no es precisamente Otro, sino Aquel que ha hecho que yo exista, que sea yo mismo, real, auténticamente y sin envidias" (El principio de las cosas, 27). Por ello, yo alcanzaré mi mayor plenitud en la medida que esté cerca de Dios. 

En segundo lugar debo superar la idea de que soy meramente un animal. Ya lo comentamos la semana  pasada. Dios me crea de modo distinto que al resto de las cosas. Dios me hace persona y eso significa que me pone en su presencia como un tú con el que dialogar. Dios me llama a la existencia de modo único y personal. El relato del Genesis es muy claro al respecto al afirmar que sólo al hombre le hace a su imagen y semejanza y pone delante de él a toda la creación y le confía su cuidado. 


La compresión pues, de las categorías en las que se mueve la modernidad junto con aquellas que parecen contrarestarla me pueden ayudar. Pero en definitiva hay que incluir aquí un elemento esencial: la oración. La fe se hace vida en la acción y pero muy especialmente en la oración. Orar o no orar no es un accidente en la vida cristiana sino algo realmente esencial. La creaturalidad no es algo con lo que se debe asentir sino algo que se debe vivir. Y ese tránsito de lo intelectual a lo vivencial se da en la oración. Nuestro autor dice en relación a lo oración lo siguiente: 
"Por lo demás, debe saber el hombre que aquí está en juego algo muy serio. No debe ser indeciso para poner en práctica lo que de él requiere el deber y la necesidad; ni debe vacilar en exigírselo enérgicamente a sí mismo si esta práctica se le presenta dificultosa. Sin oración se marchita la fe y se atrofia la vida religiosa. Así como no se puede vivir sin respirar, no se puede ser cristiano, a la larga, sin rezar" (Introducción a la vida de oración, Palabra, Madrid, 2002, 31-32).









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