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lunes, 23 de septiembre de 2013

La ascesis (V): lo más alto no se da sin lo más bajo

Frecuentemente en mis clases cuando abordo el tema de la libertad suelo decir a mis alumnos lo siguiente: el animal no puede no querer aquello que apetece. Es decir, en el mundo de los animales la voluntad se reduce a las apetencias. Querer y apetecer se identifican. En el ámbito humano no sudece así: puede apetecerme comer ahora pero decido y quiero no hacerlo porque no es ni el momento, estoy asistiendo a una clase, ni tampoco el lugar, me encuentro en un aula de la universidad. Cuando un animal tiene hambre y se le ofrece comida no puede no comer hasta saciarse; cuando un ser humano maduro y responsable tiene hambre y se le ofrece comida puede perfectamente rechazarla por diversos motivos: se encuentra a dieta o no es el momento ni el lugar como antes señalábamos. Querer y apetecer en el ser humano no se identifican. La renuncia a las satisfacción de los apetitos, no para reprimirlos, pero sí para darles un orden, sentido y mesura es otro de los nombres que recibe la ascesis: "La forma más simple de la ascésis es la renuncia" (Ética. Lecciones en la universidad de Munich, BAC, Madrid, 2000, 307).

Los apetitos, es decir, las tendencias a la realización de algo pueden tener diversa naturaleza. Pueden estar ligadas plenamente al ámbito  sensible, como en el ejemplo anterior, pero pueden tener su raíz en otra clase de pasiones: así puede apetecer apropiarnos de lo ajeno o desear un mal al prójimo. También en estas situaciones la voluntad humana puede rechazar y renunciar a sastifacer aquello a lo que en un primer lugar se tiende.

Todo lo anterior es de todos conocido y en este sentido el pensamiento de Guardini no aporta ninguna novedad. Donde quizás sí nos sorprenda es en el siguiente elemento, del que quizás tenemos noticia, pero sobre el cual en pocas ocasiones se piensa. Guardini afirma que la energía vital en el hombre se da en tres niveles: biológico (instintos), psicológico (pasiones) y espiritual (ansia de conocer, crear, amar, etc). Nuestro autor subraya que la energía empleada en un nivel va en menoscabo de los otros. Así, quien viva volcado en los instintos o pasiones no tendrá fuerza para dar respuesta a las tendencias espirituales, y viceversa, entregarse enérgicamente al mundo del espíritu supone dejar de alimentar la esfera biológica o psíquica tal como la hemos descrito antes. Con palabras de Guardini: 
"La persona que quiere crecer, alcanzar redimientos superiores y una forma de existencia más noble, renuncia a la satisfacción inmediata con el fin de ahorrar energías en lo inferior y poder orientarlas hacia lo más elevado. (....) Es un fenómeno conocido por la sabiduría de todos los tiempos: no puedes tenerlo todo; tienes que elegir; puedes alcanzar lo más elevado si renuncias -en una medida que la experiencia y la prudencia enseñan- a lo de más abajo. La vida del hombre que vive dignamente está plagada de estos fenómenos de transposición a niveles más altos. Lógicamente, en este aspecto pueden darse también casos enfermizos; podemos encontrarnos con conciencias para las que la vida no consista más que en deberes, rendimientos y espíritu. Se necesita por tanto, mesura, prudencia. En esto consiste, precisamente, buena parte de lo que llamamos sabiduría." (Ética. Lecciones en la universidad de Munich, 315).
Subraya Guardini la prudencia y medida con la que se ha de realizar este travase de  niveles. Esto me ha hecho recordar un texto que frecuentemente uso en mis clases. De alguna manera alcanzar lo más alto no se puede dar sin renunciar a lo más bajo, pero también hay que tener en cuenta, como decía C.S. Lewis en su libro Los cuatro amores (Rialp, Madrid, 2005) que lo más alto no se puede dar sin lo más bajo aunque sirva tan sólo de mero apoyo o sostén. Y así, antes de abordar el afecto, la amistad, el amor erótico y la Caridad inicia su libro con un capítulo dedicado al placer (gustos y amores por lo sub-humano).

lunes, 16 de septiembre de 2013

Ascetismo (IV) como superación

De nuevo nos enfrentamos a las páginas de la Ética. Lecciones en la Universidad de Munich (BAC, Madrid, 2000) para ilustrar un tema del pensamiento de Guardini: la ascética. ¿Qué nos dicen las páginas de este libro? Evidentemente nuestro autor aborda la cuestión ascética de una manera más amplia y profunda que en la obra Una ética para nuestro tiempo (Cristiandad, Madrid, 2002). Por ejemplo, inicia sus reflexiones distinguiendo lo que no es la ascesis, confrontándola con el budismo, con doctrinas dualistas que desprecían la materia, con el rigorismo calvinista, etc., afirmando que cuanto él entiende por ascetismo no tiene nada que ver con estas corrientes filosófico religiosas. 
Guardini habla de ascetismo a partir de la experiencia ética y la primera acepción del término con la que se identifica es con la de superación. El hombre no realiza el bien de manera natural o espontánea. Puede ser que perciba y entienda aquello que moralmente debe ser realizado. Pero la realización misma de lo bueno es otra cosa. Así pues, la ascesis se encuentra situada en el marco de la realización moral que habitualmente tiene que afrontar una serie de dificultades externas, pero que sobre todo tiene que luchar con ciertas reticencias internas. Nuestro autor lo explica así:
"La realización del bien no se encuentra sólo con dificultades externas a la hora de ser llevada a cabo, como le sucede a toda tarea en cuestiones materiales y de circunstancias, sino también reticencias internas. La naturaleza del hombre es de índole que no sólo no siempre se presta de buen grado a la realización ética, sino que también se resiste; aún cuando sabe que sólo lográndola se cumple el sentido existencial. Entonces el ejercicio se intensifica para convertirse en superación." (Ética. Lecciones en la Universidad, 304).
Ahora bien, esta idea de luchar contra uno mismo es algo que la cultura occidental ha rechazado desde la Modernidad. Como ya hemos explicado alguna vez en este blog, el hombre moderno cree ser fruto de la evolución natural, aún en su dimensión espiritual, y la naturaleza está en orden y lo que procede de ella también. Por ello, la autorealización personal se entiende como una lucha contra las adversidades pero no como una conquista del propio ser personal. Para el hombre moderno "(...) su ser no va a oponerle resistencia alguna. Si éstas se dan, vienen de fuera, de circunstancias adversas propias de la situación histórica o individual, de instituciones sociales o económicas erróneas, de una educación fallida, etc." (Ética. Lecciones en la Universidad, 305). Tal es el optimismo radical que caracteriza ciertos autores de la Edad Moderna. Al hombre, en el que no hay maldad, "Sólo hace falta iluminarle debidamente, guiarle, influirle con ejemplos y buenas instituciones. Entonces todo marcha bien" (Ética. Lecciones en la Universidad, 305).

También reconoce nuestro autor que en la Edad Moderna surge como contrapeso a la corriente anterior una visión pesimista del hombre que se encarna en el escepticismo de los siglos XVII y XVIII y que niega un orden o sentido al mundo natural y a la existencia humana dentro de él. Este modo de pensar derivará más tarde, en los siglos XIX y XX, en filosofías como la de Schopenhauer o Nietzsche y en el existencialismo francés. Pero tanto el ingenuo optimismo como el trágico pesimismo que caracterizan la Modernidad son la cara de una misma moneda: la reducción del mundo a una fórmula, a un aspecto, o es bueno o es malo,  con la consiguiente incapacidad para distinguir entre ambos. 

Lo que sucede en el hombre es una lucha interior, porque si bien "En él existe, además del cuerpo, el espíritu; y el espíritu, como persona está llamado por Dios", también es verdad  que está enfrentado a la divinidad "(...) que una vez eligió el mal decididamente, y lo sigue eligiendo constantemente.  Por eso ha llegado a un grado -o profundiza cada vez más en él- que no acepta sin más la exigencia del bien conocido, sino que también se comporta ante él con pasividad, e incluso le opone resistencia" (Ética. Lecciones en la Universidad, 306).

Esta verdad, que el hombre está llamado desde la trascendencia al bien pero se opuso y se opone constantemente a él, no puede ser obviada en el ámbito de una tarea ética. Es la raíz y explicación de por qué hay una distancia entre el conocimiento del bien  y realización efectiva. "Si no quiere moverse en el vacío, la ética tiene que contar con estos hechos. La realización que el bien exige, el paso del conocimiento a la acción, a  la actitud, al ser, ha de imponerse no sólo contra la pasividad de una materia, sino frente a la resistencia de una falta de voluntad o incluso de una voluntad en contrario. Aquí interviene lo que nosotros llamamos ascesis" (Ética. Lecciones en la Universidad, 306). Hasta aquí la noción de ascesis como superación. La semana que viene abordaremos la ascesis como renuncia.



lunes, 9 de septiembre de 2013

Ascetismo III: predisponerse a Dios

Existe un ámbito del que todavía no hemos hablado y que está íntimamente relacionado con la ascética. Me refiero a la cuestión religiosa. Una primera aplicación de la ascética a lo religioso nos podría hacer pensar que la cercanía o lejanía de Dios en relación al hombre depende de las fuerzas o del empeño que éste ponga. En este sentido, el ejercicio ascético sería un cierto voluntarismo que llevaría al hombre con sus propias fuerzas hasta el umbral de Dios.

Sin embargo,  creo (es una opinión personal) que esta no es la adecuada interpretación que debemos hacer del papel de la ascética en el ámbito de Dios. Más bien, la ascética ayuda a acercarse a Dios en la medida que ordena al hombre y lo predispone a la acción divina. En la medida que quita obstáculos, disipa brumas, abre el corazón y la inteligencia a la fuerza de la gracia y a la luz de la fe. Es Dios quien actúa si le dejamos. En este "si le dejamos" creo que reside el papel de la ascética cristiana. 

Cuanto hemos dicho se podría deducir del siguiente texto de Guardini y que se encuentra al final del capítulo dedicado a este tema del libro Una ética para nuestro tiempo (Cristiandad, Madrid, 2000) que venimos comentando: 
 "El hombre no es llevado a Dios con la violencia. Si no se educa a sí mismo para ello; si no se toma tiempo para la oración, por la mañana y por la noche; si no convierte la fiesta del Señor en una ocasión importante; si no tiene a mano ningún libro que le muestre algo de la anchura, la longitud y la altura y al profundidad de las cosas de Dios (Ef 3, 18), entonces la vida se le escapa constantemente a uno fluyendo por encima de las quedas amonestaciones que llegan desde dentro. Quien es así, cuando ha de estar ante Dios, se aburre y todo le parece vacío (...) Para sentirse en casa ante Dios, de modo que uno trate con él a gusto y con sensación de presencia plena, hace falta también ejercicio -como en todo asunto serio-. Debe hacerse de modo voluntario y con autosuperación, una y otra vez, y entonces, como gracia, se recibe el regalo de la sagrada cercanía." (Una ética para nuestro tiempo, 224).
Con estos comentarios termina Guardini prácticamente sus reflexiones en este libro sobre la ascesis. Empezó criticando la visión equivocada y oscurantista que la Modernidad nos presenta del termino para conducirnos a un noción del término como elemento indiscutible de una vida que quiera alcanzar su plenitud:
 "Así, hemos de aprender a considerar el ascetismo como elemento de toda vida bien vivida. Haremos bien en ejercitarnos en ello, tal como, en obsequio a la mesura, se ponen límites a un impulso; tal como se deja lo menos importante, aunque sea atractivo, para hacer lo más importante; tal como uno se domina a sí mismo para adquirir libertad espiritual..." (Una ética para nuestro tiempo, 224-225).
 Sin embargo el tema de la ascesis es abordado por Guairdini en otros libros. Recordemos que se introdujo en nuestro blog con motivo de nuestras reflexiones sobre la técnica y la necesidad que tiene el hombre de hoy de tener un dominio sobre sí mismo para ejercer un dominio responsable sobre el mundo de la técnica. En este sentido la semana que viene continuaremos hablando de este tema a partir de lo que se expone en la  Ética . Lecciones en la Universidad de Munich, BAC, Madrid, 2000, 300-315.

lunes, 2 de septiembre de 2013

Ascetismo II: año y medio de blog y siete de matrimonio

Mi querido amigo Álvaro Abellán celebra estos días el primer aniversario de su blog Dialogical Creativity. Blog más que recomendable para todos aquellos interesados en la filosofía dialógica y en el pensamiento creativo de Don Alfonso López Quintas en cuya estela podemos situar a mi querido amigo, colega y ex-alumno Álvaro. Este aniversario ha hecho que saque de la carpeta de  borradores esta entrada, que pensé editar el pasado mes de abril pero que no sé porque razón no llegué a redactar y publicar. A la vuelta de vacaciones, después de un mes de inactividad bloggera, quisiera recordar a todos los que siguen este blog que llevamos más de sesenta entradas en alrededor de año y medio y que esperamos mantener esta ventana abierta mucho tiempo.

Y quisiera retomar nuestro discurso donde lo dejamos: en el ascetismo. Decíamos hace un mes que era necesario para ordenar todas las tendencias sensibles de modo que éstas sirvieran a la construcción y perfeccionamiento de la persona humana. Pero éste no es el único ámbito donde debe aplicarse el ascetismo. Hay que ordenar también otras áreas de la vida personal, por ejemplo, los valores. También habla Guardini que el ascetismo juega un papel relevante en el orden que debe reinar en las tendencias espirituales ya que éstas son decisivas en la construcción de la propia personalidad: 
"Así, existe el impulso de adquirir influencia, prestigio y poder en todas su formas. Hay tendencia a la sociedad y la comunidad, a la libertad y la educación. Hay tendencia al saber y a la actividad artística, y así sucesivamente. Como se ha dicho, todas las tendencias tienen su importancia como impulsos que sustentan la afirmación propia del hombre y su despliegue propio; pero también tienen la tendencia a la desmesura, a poner la vida propia fuera de relación con la de los demás hombres, actuando así de modo intranquilizador o destructivo. 
Así se hace también necesaria una constante autodisciplina, cuyos puntos de vista están determinados por la doctrina moral y la sabiduría vital, y esa disciplina se llama ascetismo" (Una ética para nuestro tiempo, Ediciones Cristiandad,  Madrid, 2002, 219).
También las relaciones humanas necesitan de algún modo someterse a un orden. Sobre todo porque algunas de ellas implican una responsabilidad grave con el otro. Ya no sólo hablamos de la misma paternidad o maternidad, donde uno renuncia constantemente en favor del otro u otros alcanzando de este mismo modo su propia plenitud personal. El mismo matrimonio, que trae Guardini a modo de ejemplo, también es manifiestación de ello. Guardini lo explica así: 
"En realidad, el auténtico matrimonio es estar unidos en la existencia; es ayuda y fidelidad. Matrimonio significa que uno lleva las cargas del otro, como dice San Pablo (Gál 6,2). Así que sobre él debe velar la responsabilidad nacida del espíritu. Una vez y otra debe uno aceptar al otro como el que es; debe renunciar a lo que no puede ser. Debe prescindir de las embusteras imágenes de cine que destruyen la realidad del matrimonio y saber que tras el encuentro mutuo del primer amor empieza la tarea de veras. Que el auténtico matrimonio, pues, sólo puede existir por autodisciplina y superación. Entonces se hace auténtico, capaz de producir vida y entregar vida al mundo." (Una ética para nuestro tiempo, 221).
Quienes vivimos la realidad matrimonial sabemos de la profunda de verdad de estas palabras. Hoy, hace siete años, inicié con mi mujer ese camino. Damos gracias a Dios por los cuatro hijos que nos ha dado y el quinto que está en camino. A ellos, que no me han dejado tiempo este verano para escribir en el blog, y sobre todo a mi mujer, Patricia, va dedicada esta entrada.