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lunes, 16 de diciembre de 2013

Romano Guardini y la altura cristiana


Nadie niega que la realidad personal viene caracterizada por una interioridad. El rostro humano primordialmente, pero también el resto del cuerpo, manifiesta un mundo interior propio y específico que nos caracteriza y especifica como individuos. Esa interioridad es el ámbito donde habita nuestro yo. Pero Guardini añade a la interioridad otra categoría: la altura. ¿En qué consiste?

Como en la interioridad podemos distinguir en la altura diversos estratos. Los recorreremos someramente hasta alcanzar aquel específicamente personal. La cima de una montaña, la grandiosidad de un templo, las dimensiones de un edificio evocan en su contemplación una experiencia que transpasa la esfera meramente espacial. Estas realidades inciden en el ánimo provocando cierta experiencia estética y axiológica que las colocan por encima de otras realidades. Aquí encontramos un primer sentido de la altura humana. Dejando el ámbito físico también se puede hablar también de un pensamiento elevado (que debemos distinguir de su profundidad o desarrollo) en cuanto que está unido a lo noble y a lo puro, y su realización vital exige un ímpetu y esfuerzo especial. Este segundo nivel de la altura humana nos conduce a un tercero, el de los valores. Estos poseen en sí mismo una jerarquía natural que los sitúa a unos encima de otros. Así escribe Guardini :"Un verdadero orden de valores y se su realización no puede representarse más que apelando al esquema de una gradación de altura. (...) El hecho de que un valor, en tanto que valor, es superior a otro se expresa como una diferencia de altura, de igual manera que se expresa también como una aspiración hacia lo alto el esfuerzo por alcanzar valores mejores y por realizar mejor los valores confiados a uno" (Mundo y persona, Encuentro, Madrid, 2000, 52). En los ámbitos de la acción  también encontramos un cuarto nivel en relación a la altura humana, y así la creación artística, la búsqueda de la verdad se encuentran por encima de la acción meramente útil o pragmática. Un quinto estrato nos los revela la consideración del lugar del hombre en el cosmos  que nos hace ver que "El hombre más bajo se halla esencialmente por encima del animal más elevado" (Mundo y persona, 53). Por último, entre los hombres también hay alturas:  "Así también es evidente que los hombres no son todos iguales, sino que se encuentran en una gradación infinita hacia la altura. Reconocer al hombre elevado, honrarle y saber alegrarse de su pureza es, de otro lado, a la vez, casi tanto como ser uno mismo un hombre elevado" (Mundo y persona, 53). Y es precisamente la realización de los valores más elevados y de las acciones más altas las que elevan a los hombres a unos sobre los otros y donde se encuentra la altura específicamente personal.

Ahora bien, como en la interioridad ¿se puede hablar de una altura cristiana? Sí. Esa altura es Cristo que ascendió a los cielos y está sentado a la derecha del Padre. Guardini escribe: "La altura cristiana no existe simplemente, ni como grado en la estratificación de la realidad, ni como momento en la ordenación de los valores, ni como lugar objetivo, anímico o metafísico hacia el que Cristo vaya. Esta altura pende, más bien, de Cristo. El arriba está allí donde Él está. Él mismo es la altura "(Mundo y persona, 54). Desde esta altura, desde Cristo, se pueden ordenar las otras formas naturales de altura, de tal modo, que toda la persona queda finalmente orientada hacia Cristo.
 "Una vez puesto ello en claro, se verá con toda claridad que la estratificación de la altura cristiana, su realización en el pensamiento, valoraciones y aspiraciones, sus efectos en la estructura de la personalidad orientada hacia ella, ponen a su servicio todas aquellas formas naturales de altura de las que hablabamos anteriormente. Sería imposible, en efecto, que la altura pneumática aprenhendida en la fe no se manifestase en la realidad concreta del hombre, haciendo desplegar todas las relaciones corporales, sentimentales, espirituales de éste con las alturas naturales" (Mundo y persona, 55).
Con este comentario terminamos la serie de entradas que hemos dedicado a aclarar los llamados polos del espacio existencial, es decir, el espacio o el ámbito en el que se mueve la persona humana.

viernes, 13 de diciembre de 2013

Mary's Land, creación y Romano Guardini

El pasado 3 de diciembre acudí al preestreno en los cines ABC de Valencia de Mary's Land, la última película de Juan Manuel Cotelo. El director de la Última Cima recupera para el hombre de hoy una serie de verdades de las que quisiera destacar una: la creación. El film en sus primeros minutos evoca al Génesis deteniéndose en la creación del hombre y el pecado original. He de confesar que ese primer Adán que surge de las aguas y es alzado por las manos de Dios Padre es uno de mis hijos,  de ahí que el afecto que tenga a la película se haya multiplicado por infinito. 


La creación del hombre en Mary's Land
Pues bien, la creación es uno de los grandes temas que comenta Romano Guardini. El modo como aborda el tema no es el del simple comentario. Una y otra vez acude a la idea de que la Modernidad ha eliminado esta referencia existencial de manera radical, reduciendo los primeros capítulos del Génesis a mitología. El mundo no es creado, es naturaleza y en ella se resuelve todo. No hay creación, no hay más que lo que vemos, tocamos y experimentamos. Guardini insiste en sus obras, a partir de una crítica seria y profunda, en los  presupuestos filosóficos que impiden la aceptación de un mundo creado. Y sus consideraciones concluyen en el fondo que solo el hombre que se descubre como creatura alcanza la verdad de sí mismo. Esta misma idea la encontramos desarrollada en un lenguaje cinematográfico en Mary,s Land: ¿no serán los primeros capítulos del Génesis un cuento? Pero Juan Manuel Cotelo y también Guardini, cada uno a su modo, abren la puerta a otra posibilidad: ¿y si fuera verdad?

Juan Manuel Cotelo director y actor en Mary's Land
Mary,s Land me ha brindado la ocasión de hacer algo que deseaba afrontar hacía tiempo y es indagar sobre la creaturalidad en confrontación con la modernidad en la obra de Romano Guardini. A vista de pájaro obras como Mundo y persona, La existencia del cristiano, Quien sabe de Dios conoce al hombre, El ocaso de la Edad Moderna, Los sentidos y el conocimiento religioso, Meditaciones sobre los tres  primeros capítulos del Génesis tocan este tema. Quienes conocen la obra de Guardini mínimamente saben que es una de las ideas clave de su antropología. De hecho, en Antropología cristiana, obra recientemente publicada como manuscrito inédito y de la que tengo traducción al italiano, nuestro autor lo aborda de lleno. Allí, si no recuerdo mal, Guardini dice algo así como que la Modernidad nos ha acostumbrado a definir y contemplar al hombre desde abajo, es decir, como un animal altamente evolucionado, como la máxima creación del proceso evolutivo de la materia. Sin embargo, hace más justicia a lo que es el hombre definirlo desde lo alto, es decir, como imagen de Dios, como creatura suya.
El proximo lunes publicaremos en el blog la última entrada referente a los polos del espacio existencial para en semanas sucesivas enfrentarnos con la creaturalidad y la modernidad en la obra de Guardini

lunes, 2 de diciembre de 2013

La interioridad personal y la interioridad cristiana

¿Qué queremos decir cuando hablamos de la interioridad personal? No nos referimos a ese primer nivel de interioridad y exterioridad que se encuentra radicado en nuestro cuerpo. Hay órganos internos al cuerpo y hay un figura exterior del mismo. Tampoco queremos significar con interioridad todos los fenómenos psíquicos que experimentamos interiormente, como el dolor físico, y aunque manifestamos su presencia con quejidos o gritos siempre quedan delimitados a la propia subjetividad. Nos acercamos al significado del término interioridad personal cuando un individuo se enfada o se alegra ante un acontecimiento o el encuentro de una persona. Aquí nos movemos todavía en el ámbitos de los afectos y apetitos sensibles. Cólera, placer y alegría son fenómenos interiores pero no consitituyen específcamente la interioridad que nos interesa resaltar. La interioridad personal, en sentido estricto, es el centro desde el que se determinan espiritualmente los actos de la persona en cuanto persona. Es el lugar de la decisión de un acto y el lugar donde se abraza el valor que en ese acto se realiza. Así si decido conscientemente ayudar a alguien, no solo decido realizar una acción, además opto por los valores de la solidaridad, la generosidad, el altruismo que ese acto conlleva. Puede ser que los actos impliquen la realización del mal, como cuando robo algo, exploto laboralmente a alguien, lo difamo o le insulto. Todo depende de hacia donde se incline interiormente la persona. Cuanto hemos dicho viene reseñado por Guardini, de modo más extenso y claro en las páginas 43, 44 y 45 de Mundo y persona (Encuentro, Madrid, 2000). Se podría resumir así: 
"(...) Ha quedado claro que la existencia del hombre está construida desde el interior, o bien, como también podría decirse, hacia el interior. Por doquiera, sea en la estratificación de las distintas zonas existenciales, sea dentro de cada una de éstas, la dimensión de la intrioridad aparece siempre en la existencia humana." (Mundo y persona, 45). 
 Dicho esto podríamos pensar que hemos agotado los niveles de interioridad en la persona. No podemos profundizar más en ella en cuanto persona. Pero Guardini introduce en su discurso una nueva interioridad: la interioridad cristiana. Y una nueva cuestión: ¿Esta interioridad personal es la misma de la que habla San Pablo cuando dice que Cristo vive en el creyente o cuando Jesús habla de que el Reino está dentro de nosotros? Es cierto que el cristianismo ha fomentado de algún mundo el cultivo de la interioridad espiritual de la persona. Ha promovido la reflexión, la contemplación y la consideración de los valores éticos, etc. Pero a juicio de Guardini a esto no se le puede llamar interioridad cristiana. "La interioridad a la que Jesús se refiere no procede en absoluto del hombre, sino de Dios" (Mundo y persona, 45). No se trata de explotar o desarrollar las posibilidades espirituales del hombre. Se trata de que Dios actúa en el hombre, de que Dios transforma al hombre interiormente. 
"La interiordad cristiana pende de Dios y sólo puede ser recibida de él. Cuando Dios, empero, la da se realiza en el ser anímico-corporal, y ello significa, a la vez, también, un espaciarse del hombre concreto, un robustecimiento e interiorización de los actos y estados, un ascenso del mundo interior, por virtud de todo lo cual el hombre llega a ser, en absoluto, lo que el Creador ha querido." (Mundo y persona, 47).
Aún debemos añadir algún elemento más.  Porque hay que decir que aquello que Dios da al creyente, ese don que recibe, es la misma vida de Dios, es decir, la interioridad divina. Cita Guardini así a Juan 14, 23, "Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada en él". En conclusión:
"Aquí está el hombre, una criatura, un trozo de mundo; en él, empero, se alza el Dios vivo. Dios, empero, no es mundo, no es criatura; Dios es Dios y vive en su propia interioridad. Y, sin embargo, hace donación al hombre para que participe en esa interioridad. No desde algo propio y como algo propio del hombre, sino desde la gracia y como la gracia. Cuando el hombre con fe, con amor , con esperanza, entra en esta relación, despierta en él una vida que no procede de él mismo. Y sin embargo, el hombre se realiza en ella, convirtiéndose así en el hombre que su creador ha pensado." (Mundo y persona, 48).
 Hemos tratado en este blog el tema de la interioridad cristiana pero no desde las páginas de Mundo y persona y desde la perspectiva de los polos de la existencia personal.  Creo que lo dicho completa cuanto aparece en otras entradas de este blog. Nos queda por abordar la cuestión de la altura cristiana de la que hablaremos la semana que viene.

lunes, 25 de noviembre de 2013

Los polos del espacio existencial

Si nos preguntaran cuál es el espacio en el que se desenvuelve la vida humana no dudaríamos en afirmar que aquel constituido por las tres dimensiones: altura, anchura y profundidad. Con ello no erraríamos pero tampoco agotaríamos el tema. Junto al espacio físico habría que señalar que en la vida humana juegan un papel importante desde el punto de vista corporal y cultural los términos arriba y abajo. Así
 "El arriba a aparece aquí como la zona del intelecto, de la libertad de elección, de la voluntad dominadora y ordenadora, de las ideas, normas, órdenes. El abajo aparece como el ámbito de los impulsos y de las exigencias de crecimiento, como la esfera de las necesidades orgánicas, psíquicas y de destino, como la zona de la vida tal que corre bajo el individuo, como la zona de subconsciente y del inconsciente" (Mundo y persona, Encuentro, Madrid 2000, 40)
Pero con esto tampoco agotaríamos los ámbitos espaciales de la existencia humnana. Quizás uno de los elementos más originales de la antropología de Romano Guardini sea la descripción del ámbito espiritual en el que se desarrolla la persona en cuanto persona. Este espacio espiritual viene denominado en algunos de sus escritos como "polos del espacio existencial". Guardini reconoce que sea el espacio físico en el que se encuentra situada la corporalidad y su desarrollo natural, así como el arriba y abajo al que se refiere el texto que acabamos de citar son insuficientes para dar razón de la vida del espíritu y del hombre en cuanto persona. Existe el espacio espiritual determinado por lo que nuestro autor denomina altura e interioridad. Este es el ámbito donde se mueve la persona en cuanto persona. Pero, ¿en qué consiste? En primer lugar en la altura.  Ésta señala el lugar de aquello que espiritualmente tiene valor, lo que realiza a la persona en cuanto persona o no, a lo que ella tiende como bueno o aparentemente bueno. Pero a esta altura no se le puede contraponer un abajo, una profundidad: 
"inmediatamente se impone, sin embargo, una consecuencia: a este arriba que coincide con lo valioso no se le puede contraponer ningún abajo, a esta altura no se le puede contraponer ninguna profundidad. Si se hace así, surge enseguida la polarización dualista que, para salvar para el todo la zona del abajo, del mal, la convierte en el contrapolo necesario del arriba, del bien" (Mundo y persona, 41).
 De este modo se rechaza que la vida personal sea un equilibrio entre el bien y el mal como encontramos en algunas doctrinas orientales o también en ciertas formas religiosas como el maniqueismo que se extendió con algún éxito en el occidente cristiano. Junto a la altura se encuentra la interioridad. Es el lugar desde el que la persona se realiza. No es a lo que tiende sino desde donde busca alcanzar sus fines. El espacio espiritual en el que se mueve la persona, por lo tanto,  no está determinado por dos polos contrapuestos en los que la persona se encuentra continuamente eligiendo. Es cierto que hablamos de dos elementos, pero estos actúan como punto de partida desde y como valor al que se tiende o se busca alcanzar. Desde aquí se  desarrolla la vida personal en un sentido espiritual. Y esa vida espiritual puede ser sana  moralmente hablando, o puede estar caracterizada por su falta de adhesión a la verdad y el bien. Guardini lo explica así:
 "Estos polos se llaman lo alto y el interior y son, en principio y como tales, axiológicamente indiferentes. Dicho más exactamente: representan las condiciones bajo las cuales puede afirmarse o negarse el valor. (...) Entre lo alto y lo interior se extiende el espacio existencial  espiritual-personal. Entre ambos se encuentra el lugar de la persona, un lugar que contiene la situación ética de ella" (Mundo y persona, 42-43).
 En un intento de arrojar luz sobre lo que estamos explicando diríamos que la interioridad podría identificarse como el corazón, entendido como el lugar de donde procede la acción, la mirada, las consideración ética de la persona, donde se gesta su adhesión al bien o queda seducida por el mal. Mientras que la altura consistiría en el horizonte de valores espirituales a los que el corazón tiende, acoge, cultiva o intenta realizar.  Así a la persona se le puede preguntar de dónde vienes, es decir, qué hay en tu corazón desde el que contemplas la realidad y determinas tus acciones; también se le puede preguntar por su altura, es decir, hacia donde vas, a qué apunta tu corazón, qué valor pretendes realizar. Sirva lo dicho de introducción, porque en las próximas dos entradas quisiera seguir abundando en la interioridad y altura para llegar a determinar exactamente qué entiende Guardini por interioridad y altura cristianas que es el reto que me he propuesto alcanzar con el fin de ayudar e iluminar el trabajo de una de las lectoras de este blog.

lunes, 18 de noviembre de 2013

La interioridad y la altura: desde dentro y hacia arriba

Hay un fenómeno en relación a este blog que desde hace tiempo quería comentar. Quien se haya lanzado a la aventura de dar origen y sobre todo mantener vivo un blog sabe que en todo momento podrá tener acceso al número de visitas y el lugar de procedencia. De España y de Argentina son la mayoría de los lectores de este blog. También podemos saber cuáles son las entradas más leídas como otros datos de carácter estadístico: visitas semanales, mensuales, etc. Ahora bien, nunca sabemos, a menos que se deje un comentario quien visita el blog. Alguna vez he recibido un felicitación o un comentario, pero en general son escasos e inusuales. Nadie piense que estoy reclamando comentarios. Todo cuanto he contado viene a cuento porque el tema del que quiero tratar hoy tiene origen en uno de esos escasos comentarios o contactos esporádicos con uno de los lectores del blog. Por cierto, estoy abierto a publicar también comentarios de otros autores si quieren enviarme sus reflexiones. 

Una de las ideas claves de la antropología cristiana de Guardini es la interioridad. De ella hemos hablado aquí en varias ocasiones. Pero gracias a las preguntas de una de las lectoras del blog he caído en la cuenta de la importancia de la altura como categoría correlativa sin la cual no se puede entender la interioridad. Para quienes deseen profundizar en el tema las páginas claves se encuentran en Mundo y persona, Encuentro, Madrid, 2000, 38-59. Allí se habla de la interioridad desde un punto de vista humano y posteriormente de la interioridad cristiana. Y lo mismo se dice en relación a la altura. Espero en las próximas semanas profundizar en estas dos categorías. Hoy, a modo de introducción, me limito a citar un texto que complete cuanto aquí ha aparecido sobre la interioridad de modo que altura e interioridad, el desde dentro y hacia arriba que constituye la vida cristiana queden finalmente esclarecidos: 
"Hemos definido la interioridad cristiana como aquel lugar 'en' el creyente donde Cristo está; de modo análogo, decimos ahora, que la altura cristiana es aquel lugar donde Cristo está sobre el creyente . 'Así pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios. Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra'. Col. 3, 1-2" (Mundo y persona, 54).
Es interesante referir, y con ello terminamos, que en Cristo según nuestro autor ambos polos se hacen uno. En la medida que la existencia meramente humana (como veremos en próximas semanas) y por ende también cristiana, se manifiesta en ambas categorías, Cristo está también presente en ellas. "El dentro como el arriba son la misma y una apoteosis, desde la cual Cristo se acerca al mundo"  (Mundo y persona, 59).





lunes, 11 de noviembre de 2013

Clásicos, humanidades y universidad

Joseph Fiennes en el papel de William Shakespeare
Entre los muchos síntomas que evidencian la muerte de Europa, entendida ésta como proyecto cultural de Occidente, se encuentra el olvido de los clásicos. Este destierro que vienen sufriendo Sócrates, Platón y Aristóteles en el ámbito de la filosofía junto a los grandes de la Literatura como Skakespeare, Tostoil o Cervantes, por poner un ejemplo, tiene grandes consecuencias en la configuración del sistema de valores y juicios éticos a partir de los cuales se conduce el hombre contemporáneo. Como escribe Guardini 

"Al fin y al cabo las figuras máximas de las que habla la historia de la investigación científica, el arte, el derecho, la sabiduría y la experiencia religiosa no están para que se escriban libros sobre ellas y con los conocimientos que sobre ellas se tienen se rindan exámenes. Han precisado pautas para distinguir entre el bien y el mal. Han destacado órdenes jerárquicos que establecen lo que es noble y lo que es vil. Nos han enseñado leyes espirituales con arreglo a cuya validez inconmovible el acontecer histórico es fecundo o destructivo.  (La cuestión judía, Editorial Sur, Buenos Aires 1963, 14-15; Traducción de Pablo Simón del original Verantowortung,  Kösel-Verlag, München, 1954).

Estas palabras se encuentran en una conferencia en la que nuestro autor trata y aborda lo que él denomina la cuestión judía. Ante la barbarie nazi se pregunta que dirían las grandes figuras de la cultura occidental. Y en un momento llega a escribir: "Un Dante, un Heráclito o algún otro de los representantes sublimes del espíritu trágico quizá diría: Una humanidad, de la que al cabo de milenios de lucha por elevación espiritual y moral ha podido surgir aquello, es un caso perdido y no tiene sentido de hablar de cultura." (La cuestión judía,16). 

Occidente, sino quiere definitivamente morir, debe una vez más confrontarse con sus raíces, es decir, con aquellos hombres que le han dado vida y peso intelectual, y que en el fondo la han dotado de identidad. En todos ellos late algo que vamos perdiendo cada vez más: el respeto a la persona. La reducción de ésta a cosa y por lo tanto su dominio, uso y manipulación es la ley que rige las relaciones políticas, económicas y también personales en nuestra sociedad. Quizás, eso es lo que se quiere decir cuando se afirma que en las raíces de la crisis económica se encuentra una crisis ética. 

Leon Tolstoi
Ahora bien, ¿qué se puede hacer? La historia no se rige por un determinismo inexorable, todo lo contrario, "Todos los procesos históricos, aun los de mayor envergadura, se originan en acciones personales, y éstas son libres" ( La cuestión judía, 20). No hay nada inevitable en la historia. Hay filosofías y también teorías políticas que defienden el determinismo histórico, pero " No existen tales inevitabilidades. El mismo concepto según el cual el acontecer histórico tiene lugar en procesos inexorables es un recurso del Estado totalitario. Es falso; más aún, es inmoral" (La cuestión judía, 20). Por lo tanto, como reza un libro de Popper El porvenir está abierto.   

Asumiendo la responsabilidad que a cada uno le asigna el lugar y puesto que ocupa en la sociedad, un servidor, desde el ámbito académico donde trabaja, exige de nuevo, la vuelta de las humanidades a la universidad. Ellas proporcionan el contacto espontáneo con los clásicos. Necesitamos mirar con sus ojos no sólo cuanto nos ha sucedido, sino cuanto nos sucede hoy para poner las bases de un porvenir verdaderamente humano. De otro modo, no es extraño que los clásicos en un futuro, desde sus creaciones filosóficas, artísticas y literarias,  señalen y apunten a nuestros tiempos exclamando: "Ahí, se puso de manifiesto hasta qué punto ha quedado incumplida la tarea a la que dedicamos nuestros afanes, lo terribles que son todavía las potencias del caos y la destrucción." (La cuestión judía, 15).

jueves, 31 de octubre de 2013

Romano Guardini: la secularización de la caridad (II)



La semana pasada explicábamos que frente a una organización estatal de ayuda al necesitado a través de grandes instituciones creadas ad hoc Guardini protestaba reclamando la atención personal, de tú a tú, en la asistencia y ayuda a los demás.  Nuestros tiempos, sin embargo, parecen requerir un esquema de ayuda como el anteriormente expuesto. La cifra de los que requieren ayuda cada vez es más grande, así mismo crece la conciencia democrática de los derechos que uno tiene y de los auxilios que debe recibir del Estado. Por último el tiempo disponible cada vez es más escaso y por ello, la ayuda de tú a tú, es imposible de prestar.

Debemos por lo pronto aceptar el fenómeno de la masa en nuestros tiempos y segundo lugar intentar adaptar los principios de ayuda y relación personal a esta realidad. Quien de alguna manera trabaja en este ámbito debe tener siempre presente que frente a sí tiene a personas y debe dispensarles un trato personal. Siempre se puede informar de un espíritu cristiano la ayuda a un ingente número de personas.

Junto a la ayuda institucionalizada que si no se cuida puede despersonalizar la atención al prójimo, Guardini avisa de otro peligro en nuestros tiempos, y es la aparición del  “(...) sentimiento de que la relación entre necesidad y ayuda, tal como hasta ahora se ha dado, debe desaparecer en general. Requerir ayuda, sería algo vergonzoso, y ayudar en el sentido antiguo, sería una arrogancia, y las situaciones de necesidad deberían ser superadas de modo puramente objetivo. “(El servicio al prójimo en peligro, Ediciones Guadarrama, Madrid, 1960, 22). También esto deberá ser superado desde el cristianismo, teniendo en cuenta que el que ayuda debe hacerlo sin humillar y respetando la dignidad de la persona necesitada.

Por último nuestro autor nos advierte de un peligro: “La creciente naturalización de la existencia, el sentido humano de dominio de sí mismo, y, además la idea del progreso, llevan a concebir la necesidad como algo que debe sencillamente desaparecer” (El servicio al prójimo en peligro p. 22). El cristiano sabe del sentido redentor del sufrimiento humano, también es consciente de que las necesidades nunca desaparecerán y de que es una utopía pensar lo contrario, reconoce la verdad que pueda haber en el deseo de eliminar el sufrimiento y que es una aspiración noble, pero también puede entrever sus peligros. Por ejemplo, que al querer eliminar el sufrimiento se elimine con él también a los que sufren; el que esta tarea sea sólo del estado, pues posee los medios para ello, desligándose el individuo y quedando éste encerrado en un círculo egoísta; en el fondo esta aspiración quiere eliminar la amenaza que supone para nuestro bienestar el que otros sufran.  Así pues, “La ayuda no puede consistir en querer suprimir de un plumazo el fenómeno de la necesidad, pues entonces se crea una situación que no es otra cosa sino egoísmo disfrazado –ceguera ante lo real, dureza frente al hombre que está en necesidad- y cuyas consecuencias han de ser peores que la necesidad misma.” (El servicio al prójimo en peligro, 24)

Creo que esta última idea es algo que ya está presente en nuestra sociedad y en la legislación de muchas naciones en mayor o menor medida. Guardini advierte con cierta gravedad de las consecuencias que puede tener desterrar el fundamento cristiano de la máxima “Hay una persona en apuro; por tanto, debo ayudarla”, de sacar a un Dios y poner al Estado. Concretamente dice así:

“Dejen pasar unas cuantas generaciones que todavía hayan percibido de algún modo la exigencia cristiana de conciencia ante la necesidad del próximo; dejen que se forme del todo el hombre enteramente terrenal, asentado sólo en su propia naturaleza y en su fuerza, ese hombre en cuya formación se trabaja por todas partes; y ya verán que lo que ha ocurrido en Alemania en esos años puede ocurrir en todas partes de alguna manera. De manera indirecta, no directa; de forma cauta no brutal; con fundamentación científica, y no fantástica; pero con igual sentido, más aún, quizá de modo más destructivo, por estar disfrazado de razonabilidad y humanidad.” (El servicio al prójimo en peligro, p. 25)
¿No percibimos el carácter profético de estas palabras para nuestro tiempo?

lunes, 21 de octubre de 2013

Romano Guardini: la secularización de la caridad

Uno de los rasgos de la Edad Moderna es la desaparición de Dios del escenario cultural y social de Occidente. Con ello, desaparece también el fundamento religioso de la máxima "ahí hay una persona en apuro, por lo tanto, debo ayudarla" sobre el que nos detuvimos la semana pasada.  Guardini lo explica así: 
"Al comienzo de la época que llamamos Edad Moderna se dividen los espíritus. Amplios círculos llegan a tener la opinión de que se podría vivir también sin la fe cristiana. Por ejemplo, según modos de entender la vida aprendidos en el estudio de la Antigüedad pagana; según la experiencia inmediata en el trato humano; o según los resultados de las ciencias, poderosamente esforzadas. Más aún: esto no sólo era posible, sino que solamente así se desarrollaría una auténtica vida; y con ella también una ética auténtica de las relaciones interhumanas". (El servicio al prójimo en peligro, Ediciones Guadarrama, Madrid, 1960, 15).
Las consecuencias de esta secularización en relación al tema que venimos tratando son varias. Desde un punto de vista ético se genera una nuevo fundamento de carácter racional sobre la dignidad y obligación de ayudar al necesitado. Todo ello desembocará en la idea de ciertos derechos universales de todo hombre y sus consecuencias en el ámbito político, económico y social. Así mismo, surgen organizaciones y entidades dedicadas a socorrer al hombre y parece que la ciencia y su avance también esté orientada a todo ello. Sin embargo, de repente y rompiendo con este movimiento surgió la barbarie nazi. De repente
 “No todo hombre, en cuanto tal, tiene derecho a la ayuda y mejora, sino sólo aquél que represente un valor para la nación y el Estado. Se establece la cruel medida del hombre digno de vivir y del indigno de vivir. Esta medida proclama que sólo tiene derecho a vivir quien puede mostrar tal valor. Pero el Estado está facultado para juzgar cómo ocurre esto en cada cual. Con ello se arroga el derecho de decidir si una persona enferma es todavía digna de vivir; si puede seguir viviendo o no. Se tiene la terrible valentía de matar a incontables personas a quienes se les niega ese derecho a la vida: enfermos y tarados mentales, incurables, incapaces para el trabajo, ancianos. Más aún, se llega a decidir sobre el derecho a la vida de pueblos enteros, declarando indignos de vivir a algunos de ellos  y aniquilándolos, con una frialdad de sentimientos y una exactitud de técnica que no tiene modelos previos en la Historia, ciertamente nada escasa de espantos. Pero todo ello en nombre del bienestar del pueblo, del provecho de la comunidad, del ascenso del hombre hacia una perfección corporal, espiritual y cultural cada vez más alta.”(El servicio al prójimo en peligro, p. 16).


De alguna manera la máxima «hay un hombre en apuro; ¡ayúdale, pues!» permaneció viva mientras recibió su fuerza y fundamento de Cristo. Cuando Dios desapareció también se transformó, de manera sutil, pero cada vez más radical el contenido de esa máxima de la manera y modo como nos ha  explicado Guardini en el párrafo anterior.

Según Guardini, la situación actual (hablamos de los años cincuenta pero es aplicable a nuestros días) es la siguiente: por un lado han nacido grandes organizaciones, especializadas en diversos tipos de ayuda, que aplican grandes recursos económicos y medios en socorrer a los pueblos y naciones más pobres y desamparados. Por otro lado se debilita la conciencia de la obligación de la ayuda de persona a persona, de tú a tú. Se hace así cada más fuerte el sentimiento de que es el Estado (o cualquier tipo de entidad social, hospitales, organizaciones)  quien debe ayudar. Hemos llegado a una situación donde la libertad y el compromiso personal han desaparecido para dar lugar a la burocracia administrativa. No es extraño que “(...) que el arte de buscar y explotar las diversas posibilidades de ayuda del Estado puede desarrollarse hasta hacerse un parte constitutiva de la técnica de la vida. “(El servicio al prójimo en peligro, p. 19).

Guardini denuncia todo esto y reclama de nuevo una atención del prójimo de persona a persona. La  ayuda no puede descansar en el Estado. En el acto de ayudar debe estar presente la persona, su conciencia, su libertad y sobre todo su corazón. “La ayuda no puede fundarse del mismo modo que una regulación económica. Lo que en ella acontece, ese esfuerzo interminablemente variado, dirigido a personas vivas, y conformándose a situaciones siempre nuevas, no puede tener lugar meramente por utilidad ni prescripción, ni tampoco meramente por razón y obligación: lo mismo que tampoco se puede exigir sólo por derecho y pago. Algo diverso debe actuar ahí: una llamada a la libertad, una apertura al corazón.” (El servicio al prójimo en peligro, p. 19)

Quizás frente a esta situación que acabamos de describir pueden presentarse algunas objeciones. De ellas y de la conclusión de esta conferencia trataremos en nuestra próxima entrada.